Por supuesto, en esa nueva vida guiada por el Espíritu Santo, la naturaleza humana no se vería cambiada del todo. Al contrario, se haría visible una y otra vez la tendencia al mal que acompaña a todo ser humano (Romanos 7, 7 ss), pero esa circunstancia no debería arrastrar a nadie ni a negar hipócritamente la realidad ni a desesperarse.
Para algunos, la vida del discípulo de Jesús es un camino lineal en el que no faltan retrocesos y caídas. Curiosamente, no son pocas las canciones góspel que insisten en que se trata más bien de un ascenso.
En la estación de tren de Nanjing, con unas dimensiones gigantescas, se contempla un letrero publicitario de contenido explícito y revelador.
Las enseñanzas de Confucio resultaban tan sencillas, tan prácticas y, a la vez, tan susceptibles de poder ser llevadas a la práctica sin ocasionar convulsiones que no resulta extraño que tuvieran una enorme influencia de manera casi inmediata.
Hace unos días pasé por El espejo, el programa al que me invita con regularidad su director Juan Manuel Cao. Fue un grato mano a mano en el que hablamos de la ONU, de su cubículo de derechos humanos y del traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén.
Constituye casi un tópico hablar del despegue económico chino, pero resulta inevitable. Si se exceptúa el cambio que trajo una revolución industrial nacida de la revolución científica provocada por la Reforma del siglo XVI, jamás en la Historia de la Humanidad se ha avanzado tanto en tan poco tiempo en el terreno económico.
Cuando Pablo exhaló el último aliento sus viajes misioneros contabilizaban, aproximadamente, unos 13.600 kilómetros.
Como ya señalamos, la estructura del evangelio de Mateo repite la división en cinco libros de la Torah mosaica. Al Génesis que es el sermón del monte le seguirá un Éxodo que es el envío, la salida, de los doce apóstoles, base del Israel de Dios, al mundo.