De hecho, la veneración por el sabio no tardó en convertirse en una religión que por sus propias características de respeto a todo lo anterior y de búsqueda del bien común se convirtió en la oficial de China durante siglos. En teoría, al menos, la influencia del confucionismo quebró con la proclamación de la República en China y el final del imperio a inicios del s. XX, y tal corriente habría quedado confirmada con la victoria del comunista Mao en 1949. Sin embargo, es dudoso que el maoísmo se viera totalmente libre de la mentalidad confucionista. Ciertamente, a finales de los sesenta e inicios de los setenta se desarrollaron campañas específicas en su contra - lo que indica que seguía bien vivo - pero ni siquiera Mao pudo impedir que Confucio lo impregnara. Su insistencia en el papel de la educación representado por la denominada Revolución cultural ; su complacencia con las confesiones públicas de los errores ; la supuesta redención, reeducación y rehabilitación en campos de concentración y cárceles ; o su canto al pasado - aunque fuera reciente - pueden ser calificadas de vestigios del confucionismo aunque perversos y tamizados por el filtro del marxismo-leninismo. Muerto Mao y sumergida China en un programa de modernización en el que se pretende que coexistan la burocracia comunista con el capitalismo occidental, hay que indicar que el análisis que pretendía que Mao había logrado vencer al confucionismo parece esencialmente erróneo. En buena medida, las opciones políticas y económicas defendidas, por ejemplo, por el comunista Deng Xiao-ping recuerdan extraordinariamente los principios de Confucio. En el mejor estilo de las Lun-yu, el nuevo gobierno chino insiste no en reformar democráticamente el sistema sino en conservarlo corregido por la acción de los sabios. Éstos deben combinar la eficacia con la benevolencia y el conocimiento con el ejemplo moral especialmente necesario en una época que cada vez se señala más por la corrupción. Incluso valores aparentemente tradicionales y retrógrados como el del culto a los antepasados o la piedad filial están comenzando a ser defendidos desde una óptica totalmente confucionista. No faltan, desde luego, razones para ello. Si el sistema de seguridad social es desmantelado - y hay razones poderosas para pensar que así será - la familia tendrá que recoger a los ancianos y preservarlos de las inclemencias anejas a la vejez y para hacerlo es difícil pensar en un soporte ideológico mejor que el del confucionismo.
Es posible que Confucio no lo intuyera jamás pero sus Lun-Yu iban a modelar de manera extraordinaria la historia de China a lo largo de milenios y con ello iban a cambiar la historia de la Humanidad. En la actualidad, la conciencia de esa circunstancia es más importante que nunca. El s. XXI ha sido anunciado por algunos agudos observadores como el siglo de China. Sea o no así, lo cierto es que nadie puede comprender China sin captar siquiera en una mínima instancia el contenido y el espíritu de las Lun-yu de Confucio.