Es consciente de que una reprensión pronunciada por el sabio resulta más útil que las carcajadas (7: 6). Conoce que ni siquiera el sabio puede considerarse inmune frente a la opresión y los sobornos (7: 7). A fin de cuentas (7: 13), lo que nadie puede negar es que, bajo el sol, lo torcido no se puede enderezar. Esa circunstancia aconseja no ser bueno en exceso y no dedicarse a una sola cosa (7: 16 ss) porque en ambas conductas pueden servir para minimizar riesgos. Y es que esta vida se caracteriza por el riesgo y el azar. Hasta qué punto será así que la mujer – la compañera ideal del varón – en no pocas ocasiones no es la “ayuda idónea” mencionada en el libro del Génesis sino un ser que puede convertirse en una amarga prisión (7: 26), un juicio que no resulta mucho mejor cuando se reflexiona en los hombres (7: 27-8). ¿Podría ser de otra manera cuando el género humano lleva siglos pervirtiéndose (7: 29)?
No se trata de reflexiones cínicas sino de una valoración realista de lo que sucede “debajo del sol” donde el poder del estado es peligroso (8: 1-4), donde el futuro es desconocido (8: 5-7), donde nadie puede evitar la muerte (8: 8) y donde el ser humano gusta de dominar a sus semejantes (8: 9). La justicia deja mucho que desear siquiera porque se retrasa a la hora de castigar a los malos y, por añadidura, nadie puede abarcar todo lo que nos rodea por más que lo diga (8: 17). Es más: aunque a los que temen a Dios les irá bien (8: 12) no es menos cierto que la muerte cae por igual sobre justos e injustos (9: 1-6) y que ese día de la muerte se acaban los planes del que fallece (9: 5). Los proyectos humanos y la memoria comienzan a extinguirse al cruzar el umbral del más allá si es que no antes. Por eso, “debajo del sol”, hay que saber disfrutar de los placeres sencillos y naturales (9: 7-9) e igualmente hay que poner manos a las obras en relación con lo que se desea porque cuando se parta a la morada de los muertos esa posibilidad habrá desaparecido (9: 10). No cabe engañarse. En esta vida “debajo del sol” no hay nada garantizado. Lo imprevisto es, por el contrario, la regla general (9: 11-12) y por eso mismo los pueblos pueden pasar por alto a aquellos que podrían salvarlos en los peores tiempos de crisis sellando así su destino (9: 13) y, sin embargo… sin embargo, aun así, la sabiduría es mejor que la fuerza aunque no sea apreciada (9: 16), las palabras del sabio son mejores que las de las masas (9: 17) y, a pesar de la capacidad de destrucción de un solo pecador, esa sabiduría es preferible a los ejércitos más poderosos (9: 18).
CONTINUARÁ