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Miércoles, 13 de Noviembre de 2024

Estudio Bíblico (XLI): Los libros sapienciales (IV): Eclesiastés (VI): capítulo 10-12

Viernes, 25 de Septiembre de 2015

Aunque debajo del sol, todo parece absurdo y sin sentido, la realidad es que también existen unos principios de sabiduría – elementales si se quiere – que resultan obvios y que se entremezclan. Por ejemplo, la reputación del sabio es frágil y “una pequeña locura” la puede manchar (10: 1) o, por ejemplo, a pesar de que el sabio conoce lo que ha de hacer a diferencia del necio (10: 2) no por ello faltan los estúpidos en los puestos de gobierno (10: 2-7).

Es verdad que muchas veces “debajo del sol” alcanzamos a ver las consecuencias de los actos (10: 8-10), pero eso no evita que haya necios locuaces (10: 12-16) o estados que, para su desgracia, son regidos por gente que busca fundamentalmente su satisfacción (10: 16-19) y en los que la delación y la persecución de los disidentes son habituales (10: 20).

Al llegar a este punto – y recapitulando todo lo visto en capítulos anteriores – parecería que lo lógico es caer en una especie de fatalidad pasiva en la que sólo deberíamos buscar no recibir demasiados golpes de la vida y, si acaso, aprovechar algunos de sus escasísimos placeres. Tal conclusión sería lógica para los que creen que sólo existe lo que hay “debajo del sol”, pero, llegados a este punto, el autor de Eclesiastés nos va a permitir ver, por vez primera, más allá del sol. Cuando se sabe que existe “algo” más allá del sol se comprende que es un gran error caer en la pasividad y en el parasitismo que suele acompañar a la conciencia de vanidad. Por el contrario, hay que entregarse a proyectos que pueden implicar un riesgo y una espera como aquel que pone su subsistencia en una empresa marítima (11: 1). El que trabaja, es audaz – que no imprudente – y tiene una visión de futuro recogerá (11: 1). El que ayuda al prójimo – a pesar de las desilusiones – recogerá igualmente (11: 2). Por el contrario, el que sólo ve inconvenientes en la vida poco podrá recoger (11: 3-4). Es cierto que no conocemos de antemano lo que acontecerá, pero esa circunstancia debería impulsar aún más nuestra diligencia. Así debe ser porque esta vida SÍ TIENE UN PROPÓSITO aunque no es visible bajo el sol sino que se oculta en las manos de Dios el cual realiza todo (11: 5). Los asistentes al I Campus literario recordarán que, precisamente, ésa es la conclusión a la que llega el otrora Quijote y ahora cuerdo Alonso Quijano poco antes de morir. Existe una Providencia que, de manera oculta, dispone todo en esta vida. Por ello, hay que trabajar con diligencia y además recordar que bajo el sol, la vida se va haciendo más difícil con el paso del tiempo porque bajo el sol todo es vanidad (11: 6-7).

Precisamente por eso, los jóvenes – los que comienzan la vida – deben alegrarse y disfrutar, pero también deben comportarse de manera responsable porque Dios juzgará nuestros actos (11: 9) y la adolescencia y la juventud – como sabemos los que tenemos ya cierta edad – pasan a una velocidad tal que es muy fácil que resulten vacías (11: 10). La clave para una vida provechosa es recordar al Creador ya en esa juventud (12: 1). Hay que hacerlo entonces antes de que sobrevengan los días en que la vista se oscurece (12: 2) y el oído falla, y la espalda se encorva y comienzan a caerse las piezas dentarias y nuestros ojos pierden la luz (12: 3), y la boca adquiere el aspecto propio de los ancianos sin dientes y el sueño es cada vez más liviano y difícil y la voz se debilita (12: 4). Llegadoa a esa parte de nuestras vidas, aparecen vértigos y palpitaciones, el cabello se vuelve cano e incluso la comida resulta insípida (12: 5). Y, sin embargo… y sin embargo, no todo va a terminar en el polvo como sucede con los animales ya que el ser humano se dirige hacia una morada que será eterna después de que su corazón y otros órganos vitales fallen (12: 6). Cuando eso suceda… sí, el polvo regresará a la tierra, pero el espíritu volverá a Dios (12: 7).

Mirando sólo bajo el sol, el mundo es la suma vaciedad (12: 8), pero hay mucho, mucho más, por encima del sol. Por eso, Eclesiastés, el predicador, Qohelet nunca dejó de dedicarse a la enseñanza con la intención de que la gente aprendiera a vivir con sabiduría (12: 9-11). Ciertamente, se trata de una tarea sin fin y agotadora (12: 12), pero puede resumirse en poco: 1. El temor de Dios y 2. La obediencia a Sus preceptos (12: 13). Es así porque no todo concluye debajo del sol sino que un día deberemos comparecer ante Dios por todo lo que ha sido nuestra vida, incluso la secreta (12: 14). Y es que esta vida tiene sentido aunque permanezca oculto y ese sentido se encuentra en las manos del Sumo Hacedor y lo que bajo el sol parece una vaciedad absoluta, en realidad, tiene consecuencias eternas.

CONTINUARÁ

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