El panorama expuesto por Jesús es tan diferente de la religiosidad habitual – incluso la vivida en el seno del judaísmo – que no sorprende que los discípulos le pidieran que les aumentara la fe. ¡¡¡No poca fe se necesita para abordar a quien nos lleva a tropezar y encima a perdonarlo!!! La respuesta de Jesús es, de nuevo, bien reveladora. Ciertamente, la fe es necesaria, pero incluso la fe pequeña es enormemente poderosa. Lo suficiente como para plantar en la mar. Ciertamente, los discípulos necesitaban esa fe y no sólo a la hora de perdonar… (17: 5-6).
Pero la vida cristiana no sólo implica saber que se puede caer y que hay que abordar los problemas y perdonar; no incluye sólo percatarse de la necesidad de vivir por fe, sino que significa tener una idea adecuada de quienes somos como discípulos de Jesús. Se cuenta que el fundador del Opus Dei, san José María Escrivá de Balaguer, solía mirar al final del día el sagrario y decir: ¡¡¡Señor, cuántas cosas he hecho hoy por tu iglesia!!! Semejante conducta no resulta excepcional porque hay mucha gente que se considera cristiana y que piensa que realiza hazañas extraordinarias para Dios y Su pueblo. Sin embargo, este comportamiento está a años luz de las enseñanzas de Jesús. Los verdaderos seguidores de Jesús cuando han hecho todo no se jactan de sus logros, no presumen de sus acciones, no consideran que han actuado de manera ejemplar. Por el contrario, son conscientes de sus limitaciones y de que no han hecho más de lo que debían (17: 10). No hay lugar en su corazón para la jactancia, para la soberbia, para el sentimiento de superioridad porque saben quién es el Señor y quién el siervo, quién es verdaderamente el Padre – jamás un ser humano - y quién se comporta como un verdadero hijo.
Conmueve reflexionar sobre estas palabras de Jesús. Son enormemente distintas de lo que muchas veces enseñan o hacen dirigentes espirituales que gustan de presentarse como referentes de cristianismo. Pero, digan lo que digan, el seguimiento de Jesús es muy diferente. Parte de la base de que habrá ocasiones de tropiezo, de que cuando se produzcan se abordarán con valentía, de que el perdón será una conducta habitual, de que la existencia discurrirá sobre la fe y no sobre ritos o ceremonias y de que somos, fundamentalmente, siervos conscientes de nuestro carácter limitado. Si bien se mira, qué fácil es diferenciar el cristianismo verdadero de las imposturas.
CONTINUARÁ