Después de contar la historia del rico necio que pensó asegurarse el futuro cuando, en realidad, perdía su existencia porque las cosas se apoderaban de ella, Jesús entra en un tema tan delicado como el del papel del dinero, de las posesiones materiales en la vida de aquellos que lo siguen. De entrada, Jesús reconoce que el afán, la ansiedad, la angustia forman parte de la vida cotidiana de las gentes. Piensan que no tendrán qué comer o con qué vestirse y de ellos se apodera el miedo. ¿Cómo no sentirlo cuando vives en una España donde el gobierno te fríe a impuestos, continua el hundimiento de la economía que comenzó con los gobiernos anteriores y te deja en una situación en la que tienes que elegir entre calentarte o comer si es que siquiera puedas escoger entre una u otra cosa? ¿Cómo no sentirlo cuando el hambre y la escasez se ha convertido en una presencia continuada desde hace décadas como en Cuba o Venezuela? ¿Cómo no sentirlo cuando se ve lo que va a ser la política del gobierno y se percibe que provocará desempleo, deterioro de la economía y miseria? Como bien reconoce Jesús, que así les pase a la gente de las naciones resulta lógico, totalmente lógico (12: 30). En realidad, podría decirse que no existe otra posibilidad. Sin embargo, Jesús está enseñando a sus discípulos y no al resto de la gente. Sus discípulos deben, en primer lugar, detenerse a pensar. Sí, es cierto, nuestra sociedad nos empuja a todas horas para que compremos, votemos, pensemos lo que otros quieren, pero Jesús insiste en que la gente se pare y reflexione. Por ejemplo, si uno observa los cuervos verá que no se mueren de hambre y no será porque tengan una cuenta corriente o almacenes donde guardar su alimento (12: 24). O, por ejemplo, se puede mirar las flores, los lirios del campo sin ir más lejos. ¿Alguien conoce a alguna modelo que vista de manera más hermosa que esas plantas? (12: 27-28). Vayamos un paso más allá. ¿Qué vale más? ¿Un cuervo o un ser humano? ¿Una flor o un hijo de Dios? Pues si Dios alimenta a los cuervos y viste a las flores, ¿por qué debería no hacerlo con seres humanos que valen muchísimo más que un cuervo o un lirio? (12: 24 y 28). Sí, la gente se angustia, pero no debería ser así si, efectivamente, tienen a Dios como padre. A decir verdad, Dios conoce mejor que nosotros mismos cuál es nuestra necesidad (12: 30). No, no hay que dejar que la ansiedad, la angustia, la preocupación se apoderen de nosotros (12: 29). Por el contrario, hay que tener un enfoque diverso en la vida. Ese enfoque nos dice a los que deseamos seguir a Jesús que hay que buscar en primer lugar el Reino de Dios y su justicia. La vida material existe, pero eso será algo que Dios dará por añadidura si buscamos, en primer lugar, el Reino (12: 31).
Sí, Jesús nos llama a vivir de otra manera. En contra de lo que piensan muchos – incluido el papa Francisco – los hijos de Dios NO son todos los seres humanos sino un grupo pequeño, una manada reducida (12: 32) a la que Dios va a dar el Reino no porque se lo merezcan sino porque a Dios le ha complacido. Esa gente debe de estar dispuesta a desprenderse de todo lo material para seguir a Dios, debe saber que su tesoro está en los cielos y no en este mundo con todas sus mutaciones porque donde el ser humano coloca su corazón, es donde está su tesoro. Si el tesoro de una persona está en el Reino de los cielos, allí estará su corazón; si, por el contrario, su tesoro está en el dinero, la posición, el disfrute, el sexo… allí estará su corazón. La pregunta se impone: ¿cuál es nuestro verdadero tesoro? La respuesta nos dirá dónde está situado nuestro corazón y también cuál será nuestro destino ahora y en el futuro. Difícilmente, las palabras de Jesús habrían podido tener un contenido más práctico y más actual para nuestras vidas. ¿Acaso podríamos esperar otra cosa del mesías e Hijo de Dios?
CONTINUARÁ