De hecho, los únicos comentarios interesantes han procedido del ministro Borrell, pero – nada más y nada menos - para alabar al régimen de los ayatollahs, circunstancia esta que, desde luego, obliga a pensar en la vida que llevará el titular de exteriores. Este cerrar los ojos no es recomendable porque en aquella victoria de Jomeini se concentraron muchas lecciones que conviene recordar. La primera fue la torpeza de un Occidente – Gran Bretaña y Estados Unidos – que arremetió contra Irán mediante el golpe de estado que derrocó a Mossadeq. Para los occidentales, ese episodio es desconocido, pero para los habitantes de Oriente Medio es una herida aún supurante contra la intervención en sus países. Pensar que los pueblos olvidan el mal que se les hace es un gravísimo error. La segunda es que no suele funcionar intentar imponer determinados modelos sociales y económicos de manera acelerada y pasando por encima de lo que se ha pensado durante siglos. El shah implicó grandes avances para Irán, pero la manera en que éstos se consiguieron unieron contra él a millones de iraníes. La tercera es que la subversión, incluida la bélica, no siempre tiene éxito. Contra Irán se lanzó a Saddam Hussein, entonces dócil instrumento de Estados Unidos, pero de aquella guerra espantosa no salió absolutamente nada bueno. No da la sensación de que vaya a ser distinto – y lo digo con enorme dolor - el resultado de las intervenciones en Afganistán, Iraq o Libia por citar sólo algunos ejemplos. La cuarta es que las dictaduras se fortalecen muchas veces por la presión exterior. El enconamiento de los poderes extranjeros puede ser utilizado incluso como una legitimación de sus medidas más pavorosas. Personalmente, estoy convencido de que con su insistencia en atacar Irán, Netanyahu sólo ha conseguido afianzar una dictadura sobrecogedora. La quinta es que resulta imprudente vaticinar la caída de los dictadores. Es cierto que, en ocasiones, caen, pero Franco, Tito, Castro o Jomeini – por sólo mencionar algunos - son ejemplos innegables de que también muchas veces mueren en la cama. Estas son lecciones que no deberíamos pasar por alto y que, sin embargo, hemos decidido dar de lado olvidando que desde Irán se propaló que el Corán podía ser de nuevo la ley del país y que de esa cosmovisión, entre otros, surgirían Osama Bin Laden, Boko Haram o ISIS. Definitivamente, podríamos haberlo hecho mejor y lo peor no es eso sino que casi nadie parece haber aprendido las lecciones.