“Yo”, prosigue mi acompañante, “no es que fuera suarista, pero el desafío me atraía. Seguía el sistema propio de Estados Unidos donde una misma agencia puede trabajar para los demócratas y los republicanos porque son técnicos. Precisamente por eso decidí que todo se hiciera a la americana. Con un equipo que sabe convencer a la gente. En el equipo, incluí a un psiquiatra, a un humorista como Forges y a un periodista veterano como Raúl del Pozo”. “¿Forges y Raúl del Pozo?”, pregunto soLo conozco hace años y hemos hablado en no pocas ocasiones. Sin embargo, ahora, al escucharlo, me quedo pasmado. La persona con la que comparto mesa acaba de revelarme que dirigió la campaña electoral de Suárez cuando el CDS sólo contaba con dos diputados. “No tenían un céntimo”, señala, “Fíjate que Rodríguez Sahagún vendía cuadros para costear la campaña”. “Eso es falta de medios”, reconozco.
“Yo”, prosigue mi acompañante, “no es que fuera suarista, pero el desafío me atraía. Seguía el sistema propio de Estados Unidos donde una misma agencia puede trabajar para los demócratas y los republicanos porque son técnicos. Precisamente por eso decidí que todo se hiciera a la americana. Con un equipo que sabe convencer a la gente. En el equipo, incluí a un psiquiatra, a un humorista como Forges y a un periodista veterano como Raúl del Pozo”. “¿Forges y Raúl del Pozo?”, pregunto sorprendido. “Sí, y eran muy buenos”, asevera, “Así, elaboramos un plan electoral y se lo presentamos a Suárez”. “¿Y le gustó?”, indago. “¡Qué va!”, me contesta, “Salió Chus Viana, bellísima persona, por cierto, para decirnos compungido que nos pagarían lo que se debiera, pero que al “presidente” no le gustaba”. “¿Por alguna razón?”, indago. “Pues verás… insistí en hablar con Suárez en persona y, efectivamente, me recibió en ese momento. Era una persona agradable, educada, pero insistió en que no deseaba “vender” su imagen, por ejemplo, utilizando las imágenes del 23-F”. “Eso le honra”, comento. “Seguramente, pero no era nada práctico”, continua mi interlocutor, “El caso es que tras hablar largo y tendido, Suárez aceptó que le lleváramos la campaña, pero me puso tres condiciones”. “¿Se pueden saber?”, señalo. Mi interlocutor asiente: “No voy a mentir a los ciudadanos, no voy a prometer nada que no pueda cumplir y no me voy a colocar por delante de España. La nación es mucho más importante que mi futuro político”. Me quedo sin palabras. “¿Eso te dijo?”, acabo preguntando. “Eso exactamente”, responde. “¿Y le hicisteis caso?”, sugiero. “Por supuesto”, reconoce “y con muy buenos resultados en las elecciones generales y en las europeas”. Por segunda vez, permanezco en silencio. “Suárez”, continua, “contemplaba todo de otra manera. No era un político al uso. Seguía viéndose como el presidente del que dependía el futuro de España. Le importaba la nación y pensaba que no podía subordinarla a su deseo de regresar al poder. Había límites que no se debían traspasar bajo ningún concepto”. En términos históricos, todo lo relatado sucedió ayer a última hora de la noche y, sin embargo, de repente, me siento muy viejo. Como si ya hubiera vivido siglos.
rprendido. “Sí, y eran muy buenos”, asevera, “Así, elaboramos un plan electoral y se lo presentamos a Suárez”. “¿Y le gustó?”, indago. “¡Qué va!”, me contesta, “Salió Chus Viana, bellísima persona, por cierto, para decirnos compungido que nos pagarían lo que se debiera, pero que al “presidente” no le gustaba”. “¿Por alguna razón?”, indago. “Pues verás… insistí en hablar con Suárez en persona y, efectivamente, me recibió en ese momento. Era una persona agradable, educada, pero insistió en que no deseaba “vender” su imagen, por ejemplo, utilizando las imágenes del 23-F”. “Eso le honra”, comento. “Seguramente, pero no era nada práctico”, continua mi interlocutor, “El caso es que tras hablar largo y tendido, Suárez aceptó que le lleváramos la campaña, pero me puso tres condiciones”. “¿Se pueden saber?”, señalo. Mi interlocutor asiente: “No voy a mentir a los ciudadanos, no voy a prometer nada que no pueda cumplir y no me voy a colocar por delante de España. La nación es mucho más importante que mi futuro político”. Me quedo sin palabras. “¿Eso te dijo?”, acabo preguntando. “Eso exactamente”, responde. “¿Y le hicisteis caso?”, sugiero. “Por supuesto”, reconoce “y con muy buenos resultados en las elecciones generales y en las europeas”. Por segunda vez, permanezco en silencio. “Suárez”, continua, “contemplaba todo de otra manera. No era un político al uso. Seguía viéndose como el presidente del que dependía el futuro de España. Le importaba la nación y pensaba que no podía subordinarla a su deseo de regresar al poder. Había límites que no se debían traspasar bajo ningún concepto”. En términos históricos, todo lo relatado sucedió ayer a última hora de la noche y, sin embargo, de repente, me siento muy viejo. Como si ya hubiera vivido siglos.