En sus páginas, aparecían notables ejemplos de cómo alcanzar el poder mediante ese expediente. Malaparte demostraba que ese golpe no necesariamente tenía que ser violento ya que bastaba con apoderarse de ciertas instituciones y desde ellas desventrar el aparato del estado. En la actualidad, el sistema constitucional español es víctima de un acoso que recuerda poderosamente las técnicas descritas por Malaparte. Sus protagonistas son el nacionalismo catalán y Podemos. En el primer caso, la violación del ordenamiento jurídico y el vaciamiento de sus contenidos para llenarlos con otros anticonstitucionales viene desarrollándose desde hace décadas. Siguiendo un estilo muy semejante al del fascismo mussoliniano o al del nacional-socialismo de Hitler, las instituciones han sido pervertidas desde las mismas instituciones y previo éxito, mayor o menor, en las urnas. El resultado final es simplemente liquidar el sistema constitucional vigente. En el caso de Podemos, incluso se han permitido redactar un programa capaz de helar la sangre en las venas a cualquiera que conozca mínimamente la Historia. El texto de Podemos reúne elementos del fascismo mussoliniano – muchos más de los que serían capaces de reconocer – de la toma del poder desde dentro que caracterizó a los partidos comunistas en la Europa del este después de la Segunda guerra mundial y, como no podía ser menos, del repugnante populismo hispanoamericano que caracteriza al chavismo venezolano y también a movimientos políticos como el de Correa en el Ecuador o, especialmente, el de Evo Morales en Bolivia. No deja de ser revelador que de éste último hayan tomado la disparatada noción del estado plurinacional, estado en el que se supone que catalanes, vascos y gallegos verán reconocida su propia nación mientras que el resto de los españoles carecerán de ella. Al igual que en el caso del nacionalismo catalán – y siguiendo el ejemplo de Mussolini o de Chávez - Podemos violenta el ordenamiento jurídico existente, anuncia cambios abiertamente imposibles dentro de la legalidad, los barniza con demagogia y, por supuesto, reclama los resortes de poder que le permitirán acabar derivando en una dictadura donde la desaparición del respeto a la propiedad y a las libertades se desencadenará desde los mismos órganos del estado. Es bien lamentable que dos de los movimientos políticos más ruidosos de la España actual sigan el manual del golpe de estado. Sin duda, deberíamos reflexionar sobre qué se ha hecho mal para llegar hasta aquí.