La versión teatral de Cabaret consideró que la historia de Sally Bowles y de un Isherwood que ya no se llamaba así sino Bryan Roberts era demasiado pobre y transformó a un amigo americano de Sally e Isherwood en un noble alemán a la vez que añadía una trama secundaria consistente en narrar los amores de la dueña de la pensión donde se alojaba Isherwood con un judío. Además introdujo la figura del Maestro de ceremonias. Las canciones eran muchas – más de media docena adicionales a las que aparecerían en la versión cinematográfica – y, por supuesto, subrayaban una acción ya muy distante de Adiós a Berlín. El musical tuvo un éxito enorme y no sorprende que acabará siendo llevando al cine bajo la dirección de Bob Fosse, un genio de la coreografía de un Broadway ya un tanto decadente.
Bob Fosse todavía dio otra vuelta de tuerca a la historia. La trama de los amores de la dueña de la pensión con un judío desapareció y con ella, las canciones incluidas en la misma. Introdujo un par de canciones nuevas – el popular Money, money y Maybe this time – que son de lo mejor y dotó a la acción de una coherencia que no había logrado darle ni siquiera la versión musical primera. La película – que ya casi se parecía a Adiós Berlín sólo en el nombre de Sally Bowles – tuvo un éxito comprensible y ganó ocho oscars aparte de otros premios cinematográficos. No fue el inicio de una gran carrera para Liza Minnelli encarnando a Sally Bowles ni tampoco para Michael York. Incluso el oscarizado Joel Grey, extraordinario maestro de ceremonias, tampoco cosechó nuevos éxitos de consideración. Con todo, después de verla en numerosas ocasiones – la última hace un par de días – Cabaret me parece una amarga, triste, decadente, pero innegable obra maestra que no ha envejecido con el paso del tiempo. Está a años luz de los sosos relatos de Adiós a Berlín, es cierto, y no se parece prácticamente en nada a ellos, pero merece la pena verla o volver a verla si es el caso. Advierto que no deja buen sabor de boca – Soy una cámara tenía un falso final feliz – pero merece la pena quizá porque es un prodigio de montaje cinematográfico y porque recuerda lo poco que se puede esperar debajo del sol. Les dejo con el video de la canción más conocida, una canción en la que Sally Bowles aparece infinitamente más inteligente de lo que podía verse en el texto de Isherwood.
Y aquí está Liza diciendo que la vida es un cabaret…