Viernes, 19 de Abril de 2024

Fuenteovejuna

Miércoles, 5 de Diciembre de 2018

Estoy casi seguro de que mi primer contacto con el drama de Lope de Vega lo tuve a través de la televisión.  Ya se sabe – lo he contado hasta la saciedad – que en la época de mi infancia, en la televisión era imposible enterarse de que zurriaga se acostaba con un torero o de que hispanoamericano chuleaba a una española, pero, por el contrario, todos los lunes por la noche se podía ver una obra clásica de teatro. 

Fuenteovejuna – corrupción, supe después, de Fuenteabejuna, por las abejas – me causó una enorme impresión porque recogía todos los componentes de un tipo de drama que luego he visto una y otra vez reproducidos en géneros como el western aunque con una solución hispánica.  El déspota injusto que perpetra una arbitrariedad tras otra; la ovejuna sumisión de las víctimas; el chispazo terrible que provoca el incendio y, al fin y a la postre, la confrontación con el canalla y su eliminación.  Hasta ahí llegan los paralelos y Alberti, militante convencido del PCE, realizó un montaje del drama lopesco que, precisamente, concluía con los lugareños de Fuenteovejuna asaltando el castillo del comendador.  Sin embargo, esa lectura albertina retorcía y pervertía el sentido de la obra de Lope de Vega.  Antiguo soldado del rey, partícipe en derrotas militares, sacerdote, Lope distaba mucho, muchísimo de abogar por sublevaciones populares.  Abominaba la conducta de los que prevalecían malévolamente sobre los demás, pero creía firmemente en la acción regia.  Por eso, Fuenteovejuna no concluye con el asesinato del comendador.  A decir verdad, lo que viene después es la acción de la justicia, el tormento de los campesinos, su firme resolución de acusarse en bloque antes que delatar a un culpable y la decisión regia de comprender lo que sólo podía ser excepcional.  En ésta, como en otras obras, Lope se manifestó como un monárquico convencido y oficialista que por no discutir la sociedad de su época no lo hacía ni en cuestiones de amor y lecho.  Sin embargo, esa circunstancia – hija lógica de la época – no disminuye en absoluto el impacto que provoca Fuenteovejuna incluso a día de hoy.  Es normal que así sea porque el abuso de poder siempre clama por justicia, venga de donde venga, pero, sobre todo, porque, prejuicios ideológicos aparte, se trata de una obra maestra.  Como sucede con otras obras del siglo de oro – el Lazarillo y el Quijote son excepciones, pero la primera fue perseguida sañudamente por la Inquisición y la segunda, expurgada por la repugnante institución – Lope da soluciones que, bien pensadas, resultan espeluznantes y que explican muchos desastres históricos, pero consideraciones morales aparte, el texto es absolutamente genial.  Merece la pena volver a él.

 

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