Aunque no fueron pocos los que juzgaron que se trataba de una excelente síntesis histórica de lo que había sucedido en Rusia a inicios del siglo XX, mi opinión personal fue que lo mejor de la obra era el estudio y publicación de fuentes rusas desconocidas para el lector hispano-parlante y, en algunos casos, sólo accesibles tras el desplome de la Unión soviética. No era sólo la propaganda, a favor o en contra, la que hablaba en esas fuentes sino, de manera muy especial, los revolucionarios indicando lo que pretendían llevar a cabo. Comprender lo sucedido a partir de las fuentes y transmitirlo es, a fin de cuentas, la tarea del historiador. Creo que aquella obra cumplió con creces su cometido.
Lo cierto es que las Revoluciones rusas de 1917 constituyen el acontecimiento más relevante de la Historia del siglo XX así como el desencadenante de no pocos dramas. Sin la caída del zar Nicolás II, primero, y la implantación de la dictadura soviética, después, no hubieran existido posiblemente los fascismos de entreguerras; la Segunda guerra mundial y el Holocausto no hubieran tenido lugar, y nuestro planeta tampoco habría conocido el período de abierto enfrentamiento que de manera un tanto hipócrita se denominó Guerra fría. En un libro tendencioso y repleto de inexactitudes, aunque propagandísticamente eficaz, el periodista norteamericano John Reed calificó la revolución rusa de octubre como Diez días que conmovieron al mundo. Habría que decir más bien que las revoluciones rusas de 1917 cambiaron totalmente la Historia universal y que lo hicieron por un período de tiempo que se extendió por poco menos de ocho décadas de manera directa y que continúan haciéndolo de manera indirecta.
Desde aquellos momentos en que redacté La ocasión perdida hasta ahora han pasado dos décadas y hay que realizar un nuevo balance – el que coincide además con el centenario – porque han sucedido no pocos acontecimientos que ayudan a reajustar nuestro análisis de las revoluciones rusas. No se trata sólo de que la URSS se desplomó y de que lo mismo sucedió con las dictaduras comunistas del Este de Europa. A decir verdad, algunos de los bastiones más firmes del comunismo han conservado la dictadura del partido único, pero tanto China como Vietnam han entrado en una economía de mercado que compite extraordinariamente bien en el mercado global. Sólo Corea del norte y Cuba se resisten a abandonar el comunismo, por cierto, con pésimas consecuencias. En contraposición, regímenes como los del chavismo en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y los sandinistas en Nicaragua siguen alabando los supuestos logros de antaño y considerándolos referentes ideológicos y prácticos. El mundo ha cambiado con la caída de la URSS, pero no exactamente como pudo creerse a finales del siglo XX.
A esto hay que añadir otros dos aspectos de no escasa relevancia que presentan paralelos con lo sucedido en 1917. El primero es la existencia de una agenda globalista que, en no pocos casos, se ha manifestado no menos imperial que la que perseguían las potencias que desencadenaron la Primera guerra mundial. El imperialismo clásico apenas existe, pero los sueños imperiales persisten bajo nuevas formas y presentan objetivos reveladoramente semejantes. El segundo es que, igual que antaño, Rusia es uno de los objetivos de esa acción imperial. No se trata de un fenómeno nuevo y, de hecho, al igual que en 1917, las supuestas acciones populares para acabar con la autocracia han sido dirigidas desde fuera y sueñan más con apoderarse de las inmensas riquezas naturales de la nación que con implantar la libertad. Así, en su centenario, las revoluciones rusas de 1917 no sólo nos permiten ver las consecuencias que cabe esperar de la implantación del socialismo sino también las corrientes que siguen actuando en la actualidad para, so capa de mejora, intentar apoderarse de Rusia.
Decía Cicerón que la Historia es maestra de la vida. Pocas veces podrá enseñarnos más lecciones que examinando documentalmente las revoluciones de 1917. De eso trata precisamente mi último libro La Revolución rusa. Un balance a cien años de distancia, Buenos Aires, Olmo ediciones, 2017. Adelanto que no va a ser fácil de encontrar en España, pero pueden dar con él en los siguientes enlaces.
Con el precio en moneda argentina (que no se asuste nadie)
http://www.olmoediciones.com/shop/product/la-revoluci%C3%B3n-rusa/
Con el precio en dólares (unos 27 euros)