Aunque la película sólo cubre la parte inicial del relato reproducía con bastante exactitud el espíritu del escritor ruso – ahora dirían ucraniano – que era Gógol. Gran canto a los cosacos – no se llegaría a algo similar hasta Tolstoi y Shólojov – la obra se situaba en la época en que la Santa Rusia tenía que protegerse de los embates de una imperialista Polonia. Puede sonar extraño, pero la verdad es que, hasta finales del siglo XVIII, la agresora fue siempre la católica Polonia y la ortodoxa Rusia no sólo se vio invadida una y otra vez sino que además contó en su defensa, fundamentalmente, con los cosacos. Historia de una venganza doble – la popular y la familiar - Taras Bulba constituye también la gran oda a la punta de lanza de Rusia – lo que ahora es Ucrania – y a los hombres que se jugaron la vida en el empeño. Dado que en la trama se mezclaban el amor, las batallas y la resistencia contra el opresor, no sorprende que Hollywood acabara fijando la mirada en ella. Como puede imaginarse, la novela se convirtió en políticamente incorrectísima en el momento en que, hace unas décadas, se creó Ucrania. De ser el paradigma de novela cosaca, pasó a ser tildada de propaganda rusa y cuando hace apenas unos años volvió a rodarse una película – por cierto, excelente – en la que el protagonista era el actor de origen ucraniano, pero afincado en Rusia, Petrenko, sobre la producción cayeron todo género de maldiciones procedentes de los nacionalistas ucranianos. Pero la Historia es la Historia y los clásicos son los clásicos. Si un día se independizara La Mancha, por mucho que empeñaran, don Quijote seguiría siendo un héroe español igual que el ucraniano Bulba lo es ruso.