Los personajes eran de lo más diverso, pero siempre intenté darles un enfoque nuevo que no fuera conocido para los lectores. Como España es España y da lo que da de si tras siglos de mentalidad inquisitorial no tardaron en llegar, junto a las cartas de entusiasmo, las indignadas. Había a quien le molestaba que mi enfoque sobre Napoleón no coincidiera con el suyo simplemente porque mostraba las luces y las sombras. Cuando se publicó mi semblanza de Lenin, los aullidos debieron escucharse hasta en San Petersburgo. Para algunos resultaba intolerable que yo pudiera referirme al GULAG cuando tenía que haber presentado a Lenin como un gran defensor del progreso y la libertad. El acoso sufrido por el director debió de llegar a un punto apenas por debajo de lo insoportable y un día me sorprendió con una carta editorial en la que decía que buena muestra de la pluralidad de la revista era que lo mismo podía escribir Muñoz Molina que César Vidal. ¡En una revista de divulgación científica! Era obvio por donde iban los tiros porque a Muñoz Molina no sólo lo cubría el grupo PRISA para el que escribía sino también el PP – que siempre ha dispensado especial protección a PRISA – yo, por el contrario, no tenía un parapeto semejante. Creo que el director estaba haciendo lo posible por no echarme, pero, al final, determinadas situaciones son las que son. A las pocas semanas, me avisaron de que la serie se cancelaba. Me lo tomé con deportividad. Le di las gracias al director por su ofrecimiento de antaño y por la defensa que había realizado de mi pobre persona y miré hacia delante.
Por aquella época, el grupo Planeta me pidió – entonces Planeta siempre me andaba pidiendo libros para equilibrar su presupuesto – un nuevo original y yo pensé en aprovechar el material de aquellas entregas para escribir un libro sobre personajes que hubieran cambiado la Historia. El director de Muy interesante me dijo que no había ningún problema y me puse manos a la obra. Suprimí personajes sobre los que había escrito – recuérdese que la elección no había sido mía – incluí otros sobre los que no había redactado una línea y, sobre todo, amplié considerablemente el material – el de la revista era muy breve - para que no se tratara de una repetición de lo ya publicado. El resultado fue Cambiaron la Historia.
Se trataba de una obra de divulgación y tuvo muy buena acogida. La divulgación no es mi principal ocupación y mucho menos la única, pero creo que es necesaria siempre que se mantenga en unos niveles serios, es decir, siempre que sea lo que algunos denominan “alta divulgación”. Aquellas semblanzas lo eran. Permitían conocer a Napoléon, a Alejandro o a Goya con bastante más perspicacia y rigor de la que muchas veces se encuentra en algunas biografías, pero, a la vez, de una manera amena y fácil que son cualidades propias de la divulgación bien hecha. Como me diría uno de los lectores, “es maravilloso ver lo que se puede aprender con este libro en el trayecto de tren de Zaragoza a Madrid”. No seré yo quien le lleve la contraria. A decir verdad, me siento más que satisfecho.