Jueves, 25 de Abril de 2024

Antecedentes de hipóstasis en el judaísmo precristiano

Domingo, 13 de Marzo de 2016

LOS PRIMEROS CRISTIANOS: LA IDEOLOGÍA DEL JUDEO-CRISTIANISMO EN EL ISRAEL DEL SIGLO I (X): LA CRISTOLOGÍA (X): Antecedentes de hipóstasis en el judaísmo precristiano

¿Existieron en el judaísmo categorías de pensamiento que indicaran la existencia de hipóstasis de la divinidad? La cuestión ha sido contestada de manera afirmativa en parte al analizar el título de «Palabra» a partir de la Memrá aramea. A pesar de lo cual, consideramos indispensable indicar otros exponentes de visiones hipostáticas en el judaísmo, anteriores a las construcciones judeo- cristianas aplicadas a Jesús.

1. El Ángel de YHVH

La utilización de un personaje intermedio que sirve para representar las intervenciones de YHVH, pero que es, a la vez, el mismo YHVH, se remonta al Antiguo Testamento. Denominado «Ángel de YHVH», aparecen referencias al mismo en Gn. 16, 7-13; 22, 11-18; 32, 24-30; Ju. 13, 17-22; etc., lo que muestra lo amplio de su uso. El personaje es, sin duda, el mismo YHVH.[1] Como ha señalado acertadamente G. von Rad, se trata de «YAHVEH mismo, que se aparece a los hombres en forma humana», «idéntico a YAHVEH», y «no se puede afirmar que el “ángel” indica un ser subordinado a aquél. Este Malaj es YAHVEH… es el YAHVEH de una actividad salvífica especial».[1] Dado que este ángel llevaba el nombre de Dios (Éx. 23, 20 y ss.) no debería causamos sorpresa que la identificación de Jesús con el mismo tuviera un importante lugar en el judeo-cristianismo posterior al Nuevo Testamento. Ése es, sin embargo, un tema que no abordaremos por exceder el área de nuestro propósito. Valga aquí sólo como ejemplo indicador de que el judaísmo ofrecía antecedentes suficientes para explicar el desarrollo teológico que luego se produjo en el judeo-cristianismo asentado en Israel en relación con Jesús.

2. La Sabiduría

Otra categoría hipostática que también se retrotrae al Antiguo Testamento es la que se conoce con el nombre de «Sabiduría». En Prov. 8, 22 y ss. aparece ya este personaje como hijo amado de Dios, nacido antes que todas las criaturas y artífice de la creación. Esta figura alcanza en el judaísmo posterior una importancia innegable, conservando las características ya señaladas (Eclo. 1, 9 y ss.; 24, 3 y ss.). El libro de la Sabiduría la describe como «soplo de la fuerza de Dios», «efusión pura del fulgor del Todopoderoso» e «imagen de su bondad» (Sab. 7, 7-8, 16). Es «compañera de su vida» (la de Dios) (Sab. 8, 3), compañera de su trono (9, 4), enviada bajo la figura del Espíritu de Dios (9, 10; 7, 7) y actúa en la historia de Israel (7, 27).

Para Filón, esta sabiduría es «hija de Dios» (Fuga 50 y ss.; Virt. 62) e «hija de Dios y madre primogénita de todo» (Quaest. Gén. 4, 97). Finalmente, algunos textos rabínicos identificaron esta Sabiduría preexistente con la Torah, «hija de Dios», mediadora de la creación e hipóstasis.[1] Los paralelos de esta Sabiduría hipostática con los títulos relativos a la Divinidad (y no sólo a la Divinidad) que los judeo-cristianos atribuyeron a Jesús resultan evidentes por sí solos[1] y no nos detendremos en los mismos.

3. El Pensamiento divino

El tercer ejemplo de hipóstasis (cuarto, si contamos Memrá) en el judaísmo es el del «Pensamiento» divino del que nos habla el Manual de Disciplina 11, 11. Que el mismo resulta un eco del concepto de Sabiduría examinado en el apartado anterior parece poco discutible. También aparece asociado a Dios y con su creación en un lenguaje que recuerda considerablemente al de Prov. 8, 22 y ss.

 

En conjunto, pues, podemos ver que, lejos de derivar del paganismo los conceptos de preexistencia y divinidad aplicados a Jesús, presuntamente a través del cristianismo paulino, los mismos hicieron su entrada en este movimiento espiritual a partir del judaísmo y mediante el judeo-cristianismo asentado en Israel.[1] En su mayoría además (la excepción sería quizá Memrá) arrancaban no de la literatura inter-testamentaria, sino del mismo Antiguo Testamento. Contribuyó a ello no poco (y eso es un argumento a fortiori en favor de su antigüedad) el hecho de que antes de Jamnia no existía en el seno del judaísmo una separación estricta entre lo «ortodoxo» y lo «herético»[1], así como el hecho de que no estaba establecido tampoco un conjunto dogmático obligatorio en su seno.[1] No es por ello de extrañar que, mucho más adelante, estas categorías u otras similares hayan, con los matices oportunos, rebrotado en la Historia del judaísmo, aunque generalmente con la prevención de no caer en concepciones teológicas que pudieran asemejarse a las del cristianismo.[1]

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