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Miércoles, 13 de Noviembre de 2024

La ideologia del judeo-cristianismo en el israel del s. I (I): La cristologia (I): El Siervo

Domingo, 13 de Diciembre de 2015
LOS PRIMEROS CRISTIANOS: LA IDEOLOGÍA DEL JUDEO-CRISTIANISMO EN EL ISRAEL DEL SIGLO I (I): LA CRISTOLOGÍA (I): El Siervo

Resulta indiscutible y esencial el papel relevante que Jesús representó para el judeo-cristianismo en la tierra de Israel. La confesión de fe en él determinaba su actuación, pero ésta debe entenderse también relacionada con la fe en una presencia continuada del Resucitado en medio de la comunidad para guiarla y dirigirla, algo que determinó, por ejemplo, su postura en relación con cuestiones no específicamente religiosas, como podía ser la actitud frente al uso de la violencia revolucionaria o con respecto a la situación social, que iría empeorando progresivamente hasta el estallido de la guerra con Roma en el año 66 d. J.C. Además, hay que añadir que el análisis de la manera en que la comunidad judeo-cristiana concibió la figura de Jesús resulta de un especial valor para establecer:

 

a) las verdaderas relaciones entre las distintas corrientes ideológicas del Nuevo Testamento, y

b) las diversas etapas en el desarrollo del dogma en el cristianismo primitivo y en los siglos posteriores.

 

Desde los estudios realizados por la decimonónica Escuela de Tubinga, ha resultado habitual contraponer la cristología judeo-cristiana con la paulina, atribuyendo a esta última la configuración final de la cristología. Partiendo de este especial punto de vista, se ha afirmado que los judeo-cristianos tenían una cristología elaborada por Pedro (o por Pedro y Santiago) en la que Jesús era contemplado como mero hombre y en la que las categorías de mesianismo iban referidas en términos zelotes o apocalípticos o ambos. La idea de preexistencia habría sido introducida por Pablo —en buena medida a partir de las religiones mistéricas— y con ella habría hecho su entrada en el cristianismo un conjunto de disputas entre ambos sectores cuya síntesis final se encontraría en el «paleocatolicismo». En algún caso, se ha apuntado incluso a una desaparición anterior de la teología judeo-cristiana provocada por la extinción de la comunidad jerosilimitana en la guerra del 66 d. J.C.[ii] por mucho que se sigan repitiendo en la actualidad, las presuposiciones históricas de este tipo de interpretaciones carecen absolutamente de base fáctica.

A pesar de que los presupuestos históricos no se corresponden con los testimonios de las fuentes, se podría objetar la posibilidad de que la reconstrucción ideológica pudiera tener más posibilidades de ser exacta. En ese caso, el judeo-cristianismo habría sido un movimiento totalmente opuesto al paulinismo y del que apenas han quedado trazas en el cristianismo posterior. La indiscutible trascendencia de esta cuestión es la que convierte en obligatorio el que en esta parte de nuestro estudio examinemos la cristología judeo-cristiana, así como otros aspectos relacionados con su ideología (escatología, pneumatología, etc.). Sin más preámbulos, pasemos a examinar los títulos calificativos atribuidos por el judeo- cristianismo a Jesús.[iii]

 

El Siervo[iv]

Las fuentes relacionadas con el judeo-cristianismo atribuyen en diversas ocasiones a Jesús el título de «Siervo». Este concepto aparece expresado con diversos términos. Así, pais[v] es vinculado con Jesús en los discursos de Pedro (Hch. 3, 13; 3, 26; 4, 27[vi] y 30) e, indirectamente al menos, en la predicación de Felipe (Hch. 8, 34 y ss.). Doulos sólo es utilizado una vez en relación con Jesús en un texto paulino (Flp. 2, 7) cuyo origen, sin embargo, es judeo-cristiano.[vii] En ambos casos, parece evidente que el título es una traducción del Ebed YHVH (Siervo de YHVH)[viii] al que se hace referencia en los cantos de Isaías 42, 1-4; 49, 1-7; 50, 4-11 y 52, 13-53, 12. Este siervo, cuya muerte tenía un significado sacrificial y expiatorio, ya había sido identificado con el Mesías antes del nacimiento de Jesús y se había afirmado incluso que su muerte sería en favor de los impíos.[ix]

En el Enoc etíope, el «Siervo» aparece identificado con la figura del «Hijo del hombre» (13, 32-7; 14, 9; 13, 26 con Is. 49, 2), al que se describe en términos mesiánicos tomados de los cantos del siervo: «Luz de las Naciones» (48, 4 con Is. 42, 6), «Elegido» (40, 5 con Is. 42, 1), «Justo» (38, 2; 53, 6 con Is. 53, 11), poseedor de un nombre pronunciado antes de la creación «en presencia del Señor de los Espíritus» (48, 3 con Is. 49, 1), «Oculto ante Dios» (48, 6 y 62, 7 con Is. 49, 2), «vencedor de los poderosos» (46, 4; 62, 1 con Is. 49, 7; 52, 13-5) y otros.

Sin embargo, la interpretación que veía en el Siervo de YHVH al Mesías no estuvo restringida, ni mucho menos, a la literatura pseudoepigráfica. De hecho, el mayor número de referencias en este sentido se hallan en la literatura rabínica, donde tampoco es raro encontrarse con la idea de un mesías-siervo que sufre. Así, el siervo de Isaías 42 fue identificado con el Mesías por el Targum de Isaías[x] al igual que por el Midrash sobre el Salmo 2 y Yalkut II, 104.[xi] El Targum veía también en el siervo de Isaías 43, 10 a «mi Siervo el Mesías».

Algo similar sucede con el Siervo de Isaías 49, que es identificado con el Mesías en repetidas ocasiones. En Yalkut Shimoni II, 52 b, Isaías 49, 8 es citado como demostración de los sufrimientos del Mesías y en Yalkut II, 52 a Isaías 49, 9 es citado como palabras del Mesías. Isaías 49, 10 es citado por el Midrash de Lamentaciones precisamente en conexión con el texto mesiánico de Isaías 11, 12. Isaías 49, 14 es aplicado mesiánicamente en Yalkut II, 52 c. Isaías 49, 21 es citado también como mesiánico en Midrash sobre Lamentaciones, en relación con el Salmo 11, 12. Isaías 49, 23 es conectado con el Mesías en Levítico R. 27 y en el Midrash del Salmo 2, 2.

El canto de Isaías 52, 13 a 53, 12 tiene también claras resonancias mesiánicas en la literatura judía. Isaías 52, 3 es citado mesiánicamente en el Talmud (Sanh. 97b). Isaías 52, 7 es considerado mesiánico por Yalkut II, 53 c. Isaías 52, 8 es citado como mesiánico por Midrash sobre Lamentaciones, tal como mencionamos antes. Isaías 52, 12 es aplicado al Mesías en Éxodo R. 15 y 19. Isaías 52, 13 es relacionado expresamente con el Mesías por el Tárgum. En Yalkut Shim II, 53 c, no sólo se le da también una interpretación mesiánica sino que además se habla de los sufrimientos del rey Mesías.

Isaías 53 es conectado específicamente con el Mesías en el Targum, aunque se excluyera la idea del sufrimiento de éste, posiblemente como reacción frente al cristianismo.[xii] No fue ésa, sin embargo, una postura generalizada. Así, Isaías 53, 5 se conecta con el Mesías en Midrash sobre Samuel y se hace referencia específica a los sufrimientos del Mesías. Este mismo punto de vista aparece reflejado en el Talmud (Sanh. 98b), donde los discípulos de Judá ha- Nasi todavía conectan el texto de Isaías 53, 4 con el Mesías. En cuanto al Midrash sobre Rut 2, 14, éste refiere este pasaje a los sufrimientos del Mesías, al igual que lo hace Pesiqta Rabbati 36.

De no menos interés resultan las posibles referencias a la resurrección del Siervo de YHVH. Así, en Isaías 53, 8 y 10, se indica no sólo que el Siervo «fue cortado de la tierra de los vivientes», sino que también, tras su muerte expiatoria, «prolongará sus días» y «verá luz». La palabra «luz» se halla ausente del texto masorético, pero debió de pertenecer al original. Buena prueba de ello es que aparece en la LXX y que está asimismo atestiguada en dos manuscritos hebreos precristianos de la Cueva 1 de Qumrán (1 QIsa y lQIsb). No podemos tener seguridad completa de que tal texto fuera utilizado como testimonium de la resurrección del Mesías por parte de los primeros cristianos, pero la posibilidad no es, en absoluto, desdeñable.[xiii]

Existen, a nuestro juicio, buenas razones para creer que esa lectura del Siervo de YHVH como Mesías sufriente aplicada a Jesús puede retrotraerse históricamente al mismo.[xiv] No obstante, tal cuestión desborda los límites de nuestro estudio y no será tratada aquí por nosotros. Lo que sí nos interesa es que los judeo-cristianos —seguramente por influencia del mismo Jesús e, indiscutiblemente, a través de una lectura del Antiguo Testamento a la luz de su muerte (¿quizá también de su resurrección?)— vieron a éste como Mesías-Siervo que había padecido injustamente y a favor de los impíos, en cumplimiento de las Escrituras.

Tal idea sería transmitida posteriormente en escritos relacionados con el judeo-cristianismo de la Diáspora (Heb. 9-11; 1 Pe. 1, 18 y ss.; 2, 24-5; 3, 18; etc.) o debidos a Pablo (Rom. 4, 25; 2 Cor. 5, 21; Flp. 2, 7, etc.). La misma no era, por lo tanto, novedosa ni creada por estos autores, y ciertamente no debía nada al mundo gentil, sino que era medularmente judía, como se desprende de las fuentes de que disponemos. Su única originalidad (y, desde luego, la misma resultó trascendente) se encontraba no en la concepción, que ya existía, sino en la identificación con un personaje histórico concreto: el Jesús ejecutado en la cruz.

 

CONTINUARÁ

Remitimos para un examen de algunas de sus principales tesis al apéndice I de esta misma obra.

[ii] Véanse al respecto, S. G. F. Brandon, The Fall…, ob. cit., y Jesus and the Zealots, ob. cit. Un punto de vista muy influido por S. G. F. Brandon, aunque sin mencionarlo expresamente, es el expuesto por J. Montserrat, La sinagoga…, ob. cit. Como sucede con los estudios de S. G. F. Brandon, esta última obra adolece de un abandono prácticamente absoluto del estudio de las fuentes judías. Críticas muy fundamentadas, a partir de las fuentes históricas, a S. G. F. Brandon, en M. Hengel, The Zealots, ob. cit., pp. 300 y ss. («El reciente intento hecho por S. G. F. Brandon de probar que la huida a Pella no es histórica y que los judeo-cristianos palestinos participaron casi con certeza en la revuelta carece enteramente de credibilidad.»); H. Guevara, Ambiente…, ob. cit.; D. M. Rhoads, Israel in Revolution: 6-74 C. E., Filadelfia, 1976.

[iii] Los títulos con una connotación específicamente escatológica como los relacionados con la parusía o la resurrección serán tratados en el apartado relativo a la escatología. De igual manera se verán allí los aspectos escatológicos de los títulos reseñados en este capítulo.

[iv] Sobre el Siervo, con exposición de distintas posturas y bibliografía, véanse M. D. Hooker, Jesus and the Servant, Londres, 1959; B. Gerhardsson, «Sacrificial Service and Atonement in the Gospel of Matthew», en R. Banks (ed.), Reconciliation and Hope, Grand Rapids, 1974, pp. 25-35; O. Cullmann, The Christology of the New Testament, Londres, 1975, pp. 51 y ss.; D. Juel, Messianic Exegesis: Christological Interpretation of the Old Testament in Early Christianity, Filadelfia, 1988; F. F. Bruce, New Testament…, ob. cit., pp. 83-99; J. B. Green, «The Death of Jesus, God’s Servant», en D. D. Sylva (ed.), Reimaging the Death of the Lukan Jesus, Francfort del Meno, 1990, pp. 1-28 y 170-173.

[v] Por supuesto, pais también admite la traducción de «hijo», pero pensamos por las razones que se señalarán a continuación que, en este contexto concreto, refleja más bien la idea de «siervo».

[vi] Compárese con el versículo 25, donde el mismo calificativo es aplicado a David.

[vii] En este mismo sentido, véase F. Manns, «Un Hymne judéo-chrétien : Philippiens 2, 6-11», en Essais sur le Judéo-christianisme, ob. cit., pp. 11 y ss.

[viii] Para un estudio de este título desde una perspectiva veterotestamentaria , véanse C. R. North, The Suffering Servant in Deutero-Isaiah, Oxford, 1956; V. de Leeuw, De Ebed Jahweh-Profetieen, Lovaina y París, 1956; H. H. Rowley, The Servant of the Lord and Other Essays on the Old Testament, Oxford, 1965, pp. 1-93. Sobre la utilización del título por parte de la Iglesia primitiva, véanse A. Harnack, Die Bezeichnung Jesu als Knecht Gottes und ihre Geschichte in der alten Kirche, Berlín, 1926, pp. 212 y ss.; G. Vermes, Jesús el judío, Barcelona, 1977, p. 171 y ss.; O. Cullmann, Christology…, ob. cit., pp. 51 y ss.; del mismo autor, «Gésu, servo di Dio», en Protestantesimo, 3, 1948, pp. 49 y ss.; W. Zimmerli y J. Jeremias, The Servant of God, Londres, 1957, pp. 43 y ss.; T. W. Manson, The Servant- Messiah. A Study of Public Ministry of Jesus, Mánchester, 1953, y C. Vidal Manzanares, «Siervo de Yahveh», en DTR.

[ix] G. H. Dix, «The Messiah ben Joseph», en JTS, 27, 1926, pp. 136 y ss.; W. D. Davies, Paul…, ob. cit., pp. 247 y ss.

[x] P. Humbert, «Le Messie dans le Targoum des prophètes», en Revue de Théologie et Philosophie, 43, 1911, pp. 5 y ss.; G. Kittel, «Jesu Worte über sein Sterben», en DTR, 9, 1936, p. 177; P. Seidelin, «Der Ebed Jahve und die Messiasgestalt im Jesajatargum», en ZNW, 35, 1936, pp. 197 y ss.; H. Hegermann, Jesaja 53 in Hexapla, Targum und Peschitta, Gütersloh, 1954.

[xi] La persistencia, que veremos en varios ejemplos, de la idea de un mesías-siervo sufriente en el Yalkut no deja de ser sorprendente en la medida en que pone de manifiesto el vigor de esta interpretación. El Yalkut, cuyas referencias hemos considerado más apropiado mantener en el cuerpo de nuestra exposición, en lugar de recogerlas en una sola nota o en un excursus ad hoc, fue escrito posiblemente por R. Simeón de Francfort en el siglo XIII y editado por primera vez en Salónica en 1521. Tanto Rashi (en su comentario a Sanh. 93) como R. Moshe Cohen Iben Crispin, R. Elias de Vidas, Alsec o Isaac Abrabanel eran asimismo conscientes de que el pasaje del Isaías 53 había sido interpretado tradicionalmente como mesiánico. Huellas de esta misma exégesis se hallan en el Zohar y en una oración compuesta por Eleazar ben Qualir para el culto de Yom Kipur recogida en algunos sidurim.

[xii] En ese sentido, véase J. Jeremias, The Servant…, ob. cit., p. 71.

[xiii] En favor de su uso como testimonium junto con Salmo 16,TO, o Isaías 55, 3, véase F. F. Bruce, Paul, Apostle of the Heart…, ob. cit., p. 92.

[xiv] En términos generales, hacemos nuestra la opinión de C. H. Dodd en According…, ob. cit., p. 110, que «no puede ver ninguna base razonable» para dudar de que Jesús «asoció el lenguaje relativo al Hijo del hombre con el que se había utilizado en conexión con el Siervo del Señor, y lo empleó para expresar el significado y situación, de su propia muerte que se aproximaba». Estudios sobre la cuestión manteniendo la misma postura que expresamos aquí en T. W. Manson, The Servant-Messiah…, ob. cit., Cambridge, 1953; L. Morris, The Apostolic Preaching of the Cross, Grand Rapids, 1956, pp. 9-59; R. T. France, «The Servant of the Lord in the Teaching of Jesus», en TynB, 19, 1968, pp. 26-52; I. H. Marshall, «The Development of the Concept of Redemption in the New Testament», en R. Banks (ed.), Reconciliation…, ob. cit., pp. 153-169; R. Leivestad, Jesus in His Own Perspective, Minneapolis, 1987, especialmente pp. 169 y ss.; F. F. Bruce, New Testament…, ob. cit., pp. 96 y ss. Asimismo hemos tratado este tema con anterioridad en «Jesús» y «Siervo de Yahveh», en DTR.

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