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Lunes, 25 de Noviembre de 2024

La cristología (II): La piedra rechazada y de tropiezo y el cordero

Domingo, 20 de Diciembre de 2015
LOS PRIMEROS CRISTIANOS: LA IDEOLOGÍA DEL JUDEO-CRISTIANISMO EN EL ISRAEL DEL SIGLO I (II): LA CRISTOLOGÍA (II): La piedra rechazada y de tropiezo y el cordero

La piedra rechazada y de tropiezo

Otro de los títulos aplicados a Jesús —presumiblemente conectado asimismo con su muerte final— fue el de la «piedra rechazada» que se convertiría en tropiezo para Israel. La aplicación a Jesús de estos pasajes resultaba indiscutiblemente oportuna para los judeo-cristianos en la medida en que servía para dar una explicación, primero, al hecho de que hubiera judíos, y no en número reducido, que no habían reconocido como Mesías a Jesús y, segundo, a que éste hubiera sido entregado a los gentiles por algunos de sus compatriotas. Tales hechos, vividos muy de cerca por los judeo-cristianos , eran interpretados, a la luz de estos pasajes, como el cumplimiento de profecías centenarias que atestiguaban aún más claramente la legitimidad de las pretensiones de Jesús y del movimiento nacido de su predicación.

De hecho, los pasajes del Nuevo Testamento referidos a Jesús como «piedra rechazada» (Sal. 118, 22) o «de tropiezo» (Is. 8, 14) pretenden retrotraerse originalmente a aquél,[ii] lo que no tiene nada de extraño si juzgamos el fracaso final de su ministerio galileo y la más que probable conciencia de cuál sería su final.[iii]

Dentro de las fuentes referidas al judeo-cristianismo de Israel contamos con la noticia contenida en Hch. 4, 11[iv] (cfg. con 1 Pe. 2, 4 y 7), relacionada con Pedro – que jamás identificó a la piedra sobre la que se eleva la iglesia consigo mismo sino que siempre lo hizo con Jesús - y que toma como base el Sal. 118, 22. La conexión de este texto con la vida de Jesús debió de ser muy primitiva. Con todo, la referencia al Mesías como «la piedra», incluso como «la piedra de tropiezo», no es original del judeo-cristianismo y cuenta con paralelos judíos.

El Targum Jonatán igualmente utiliza «piedra» como título mesiánico y lo mismo podemos ver en el Midrash sobre Nm. 13, 14, donde además el Mesías es denominado «Hijo del hombre» (Dn. 7, 14). En este último caso, la «piedra» es, más concretamente, la que deshizo los reinos gentiles (Dn. 2, 35). En ambos pasajes está ausente la idea de un rechazo del Mesías por el pueblo de Israel, pero todo lo contrario es lo que nos encontramos en el Talmud (Sanh. 38a). En esta referencia, el Mesías, hijo de David, es descrito como aquel que, según el texto de Is. 8, 14, será piedra de tropiezo y roca de escándalo para las dos casas de Israel. El pasaje talmúdico señala que las dos casas de Israel son el exilarcado de Babilonia y el patriarcado de Palestina, y de ello deduce que, por lo tanto, el Mesías no ha podido venir. No es cometido nuestro examinar esta última parte de la interpretación, pero sí nos parece de especial importancia destacar el hecho de que los pasajes donde se habla en el Antiguo Testamento de la piedra rechazada por Israel, piedra de escándalo y tropiezo fueron interpretados en varias ocasiones en el seno del judaísmo como una referencia al Mesías.

También era judía la conversión de la «piedra de tropiezo» en «piedra de ángulo». Un ejemplo de ello lo tenemos en el Testamento de Salomón 22, 7-23, 4, donde la piedra del Sal. 118, 22 ya es «cabeza de ángulo»,[v] y lo mismo cabría decir de las referencias en el Manual de Disciplina 8, 4 y en Yoma 54a.

De hecho, esta visión no se limitaría al judeo-cristianismo afincado en Israel, sino que sería desarrollada también a partir de textos del Antiguo Testamento por el judeo-cristianismo de la Diáspora (1 Pe. 2, 4-8) y por Pablo (Rom. 9, 33; 1 Cor. 3, 11) pero, una vez más, el origen de la terminología era única y exclusivamente judío y el canal de transmisión había sido el judeo-cristianismo.

El cordero

El título de «cordero» (amnos) en relación con Jesús aparece una vez en Hch. (Hch. 8, 32), dos en Juan (Jn. 1, 29 y 36) y una en una fuente judeo-cristiana ubicada en la Diáspora (1 Pe. 1, 19). Frente a este uso limitado del término, el Apocalipsis atribuye un título similar a Jesús un total de veintiocho veces, lo que revela el valor que tal denominación tenía en su teología (5, 6, 8, 12, 13; 6, 1 y 16; 7, 9, 10, 14, 17; 12, 11; 13, 8 y 11; 14, 1, 4, 10; 15, 3; 17, 14; 19, 7 y 9; 21, 9, 14, 22, 23, 27; 22, 1 y 3). Sin embargo, en este último caso la palabra griega usada es arníon.

Es relativamente fácil deducir dónde se originó tal atribución. En Is. 53, 7, uno de los cantos del Siervo, relacionado con el Mesías como ya vimos, y citado en Hch. 8, 32, el Siervo es asemejado a un cordero inocente al que se sacrifica sin que éste se resista a su destino. En la Septuaginta, al igual que en Hch., Juan y 1 Pedro, la palabra griega utilizada es amnós. Puesto que los judeo-cristianos identificaban a Jesús con el Mesías-Siervo de Is. 53 no debió de resultar difícil para ellos establecer paralelismos con un cordero sacrificado sin que ofreciera resistencia.

La utilización del término alternativo arníon en el Apocalipsis puede obedecer a varios motivos. R. Longenecker[vi] ha conectado tal uso con el de aren en 1 Enoc 89 y ss., que denomina así a los corderos de la era mesiánica. T. Holtz,[vii] por el contrario, ha visto en esta utilización una referencia al cordero pascual. Cabe asimismo la posibilidad de que simplemente nos hallemos ante una tradición transmitida en arameo que, al pasar a ser expresada en griego, adoptó otra palabra para indicar la misma idea.[viii]

En Apocalipsis, el Cordero-Siervo ya ha encontrado resonancias teológicas que parecen preñadas de lógica. La más evidente es la que tiende a identificar al Siervo-Cordero con el cordero de la Pascua, lo que, además, venía propiciado por el hecho de que Jesús había muerto en esa fecha. Tal conexión debió de ser muy temprana. En favor de ello abogan la datación más probable de Apocalipsis, así como sus ecos en referencias paulinas antiguas —como la recogida en 1 Cor. 5, 7— y en escritos judeo-cristianos de la Diáspora (cfg. 1 Pe. 1, 19 con Éx. 12, 5 y 13). Jesús, muerto en la Pascua como un cordero inocente, como un Siervo-Mesías ofrecido por los pecados de todos,[ix] podía ser visto asimismo como cordero pascual, igualmente inocente y sin defecto, aquel cordero cuya sangre se había derramado durante la primera Pascua para proteger y salvar a Israel. Incluso no puede dejarse de especular con la posibilidad de que la forma en que el cordero pascual sacrificado quedaba expuesto en una cruz de madera hubiera podido influir, siquiera inconscientemente, en esa identificación.

En Apocalipsis, desde luego, el título cuenta con un peso tal que prácticamente es el más importante a la hora de referirse a Jesús. De hecho, hace bascular sobre él una serie de funciones que, en realidad, posiblemente estarían mejor descritas recurriendo a otras imágenes. Así, el Cordero —del que se insiste en el hecho de que fue sacrificado— recibe culto divino (5, 6-13); abre los sellos de la ira (6, 1-16);[x] vence a los enemigos de Dios (17, 14);[xi] celebrará el banquete de bodas con sus fieles (19, 7 y ss.) y compartirá el trono con Dios (22, 1). Pero toda esta serie de acciones arranca de que fue sacrificado y derramó su sangre.[xii] Ésta ha sido el canal de redención de sus seguidores procedentes de «todo linaje y lengua y pueblo y nación» (5, 9); ésta lo legitima para desatar los siete sellos (5, 7 y ss.); ésta lava y blanquea a sus seguidores[xiii] (7, 14) y ésta proporciona a los mismos poder para vencer al Diablo (12, 11).

Resulta obvio, pues, que para el autor de Apocalipsis la muerte de Jesús, considerada como un sacrificio de contenido expiatorio, define por antonomasia la visión del mismo. Jesús es el Cordero, cuyo sacrificio salva a cualquiera que lo recibe, cuya victoria se espera en el futuro (y se pide; v. g.: Ap. 22, 20) y que ya es objeto de un culto similar al divino. Prescindiendo de estos últimos aspectos que trataremos más adelante al referimos a la cuestión de si Jesús recibió culto de los primeros cristianos, podemos señalar ahora que la visión de Jesús como Siervo-Cordero, una vez más, arrancaba de concepciones judías previas y había nacido en la tierra de Israel, y sólo posteriormente pasó a un ambiente no judío.

CONTINUARÁ

 

 

Un estudio especialmente interesante sobre este título en M. Pérez Fernández, «Aportación de la hermenéutica judía… en VII Simposio Internacional de Teología, Pamplona, 1985, pp. 298-301.

[ii] Véanse Mateo 21, 42-4; Marcos 12, 10; Lucas 20, 17-8. En el sentido de aceptar la autenticidad de los dichos, véanse R. N. Longenecker, The Christology…, ob. cit., pp. 50 y ss.; L. Goppelt, Typos: The Typological Interpretation of the Old Testament in the New, Grand Rapids, 1982; C. A. Evans, «Tipology», en DJG, 1991, p. 865.

[iii] En el mismo sentido, véanse S. H. T. Page, «The Authenticity of the Ramson Logion (Mark 10:45b)«, en R. T. France y D. Wenham (eds.), Gospel Perspectives, I, Sheffield, 1980, pp. 137-161; H. Schürmann, Gottes Reich-Jesu Geschick. Jesu ureigener Tod im Lichte seiner Basileia-Verkündigung, Friburgo, 1983; K. R. Snodgrass, The Parable of the Wicked Tenants, Tubinga, 1983; B. H. Young, Jesus…, ob. cit., pp. 170 y ss.

[iv] Comparar con el mismo concepto en I Pedro 2, 4 y 7.

[v] J. Jeremias, «Eckstein-Sclussstein» en ZNW, 38, 1937, pp. 154-157. Bibliografía sobre el tema en R. J. McKelvey, «Christ the Cornerstone», en NTS, 8, 1962, pp. 352 y ss.

[vi] R. Longenecker, The Christology…, ob. cit., p. 50.

[vii] T. Holtz, Die Christologie der Apokalypse des Johannes, Berlín, 1962, pp. 39 y ss.

[viii] Una variante de esta posibilidad es la que señala que el término arameo que subyace aquí es el de talya’, que puede ser traducido como «siervo» y «cordero», siendo esta última opción errónea. El argumento es muy sugestivo por las posibles conexiones implicadas con Isaías 53, pero, con todo, los argumentos lingüísticos en contra parecen convincentes. En un sentido similar, I. H. Marshall, «Lamb of God», en DJG, p. 433.

[ix] A favor de encontrar un contenido teológico relacionado con la expiación en el título de «Cordero», véase J. Jeremias, «Airo, epairo», en TDNT, I, pp. 185-186, 388-341; y «Pásja» en TDNT, V, pp. 896-904; K. Weiss, «Anafero», en TDNT, IX, pp. 60-61; L. Morris, The Apostolic Preaching ..., ob. cit.

[x] Véase A. T. Hanson, The Wrath of the Lamb, Londres, 1957, p. 159.

[xi] Acerca del Cordero vencedor y sus conexiones con la apocalíptica judía, véanse R. H. Charles, «Revelation» en IBC, p. CXIII, y H. Lilje, The Last Book of the Bible, Filadelfia, 1957, pp. 114 y ss.

[xii] Aparte de las obras citadas sobre este tema, véase asimismo L. Morris, The Cross in the New Testament, Exeter, 1979; R. H. Charles, «Revelation», ob. cit., p. 64; C. Ryder Smith, The Bible Doctrine of Salvation, Londres, 1946, p. 193.

[xiii] Una referencia, sin duda, al perdón de los pecados cuyo origen puede estar en la ceremonia de expiación judía. Compárese con Hebreos 9, 14 y 1 Juan 1, 7.

 

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