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Lunes, 18 de Noviembre de 2024

(LII): El regreso a la Meca (V): El asalto a Jaybar

Viernes, 18 de Diciembre de 2020

 

     La lectura del Corán deja de manifiesto un cambio radical en la primera visión de judíos y cristianos y en la última.  Inicialmente, los mensajes transmitidos por Mahoma fueron conciliadores apelando a una visión común de las religiones monoteístas.  Esa identificación, como tuvimos ocasión de ver, resultaba especialmente acentuada en el caso de los cristianos.  No en vano, el texto que quedaría recogido en 5: 82 afirmaba:

 

82[2]. Verás que los más hostiles a los creyentes son los judíos y los asociadores, y que los más amigos de los creyentes son los que dicen: «Somos cristianos». Es porque que hay entre ellos sacerdotes y monjes y no son soberbios.

 

      Aquella aleya se correspondía perfectamente con la experiencia personal de Mahoma.  De niño, había sido objeto del cuidado médico de un monje y después un sacerdote, Waraqa, lo había respaldado al recibir su primera revelación.  A diferencia de los judíos, era cierto que los cristianos que había conocido – muy posiblemente ebionitas – no habían discutido con él ni tampoco lo habían convertido en objeto de sus burlas.   Sin embargo, ese primer tratamiento favorable se fue endureciendo con el paso del tiempo y, de manera muy especial, en paralelo a la consolidación del poder político y militar de Mahoma.  Al respecto, las nuevas revelaciones anunciadas en este período se nos aparecen como especialmente ásperas.  En 9: 29/28-32-31, por ejemplo, hallamos un claro llamamiento a combatir a los que rechazaran la predicación de Mahoma hasta someterlos totalmente:

 

  1. ¡Creyentes! Los asociadores son impureza. ¡Que no se acerquen, pues, a la Mezquita Sagrada después de este año! Si teméis escasez, Al.lah os enriquecerá con favor Suyo, si quiere. Al.lah es conocedor, sabio.
  2. ¡Combatid contra quienes, habiendo recibido el Libro, no creen en Al.lah ni en el último Día, ni consideran ilícito lo que Al.lah y Su mensajero consideran ilícito, ni practican la religión verdadera, hasta que, aceptando estar por debajo[3], paguen la yizia[4] directamente!
  3. Los judíos dicen: «Uzayr es el hijo de Al.lah». Y los cristianos dicen: «El Ungido es el hijo de Al.lah».  Eso es lo que dicen con sus bocas.  Imitan lo que ya antes habían dicho los infieles. ¡Que Al.lah los destruya! ¡Qué desviados son!
  4. Han tomado a sus doctores y a sus sacerdotes, así como al Ungido, hijo de María, como señores, en lugar de tomar a Al.lah cuando las órdenes que habían recibido no eran sino de servir a un único dios. ¡No hay más dios que Él! ¡Gloria a Él! ¡Está por encima de lo que Le asocian!

 

     No en vano, el texto recogido en 9: 5 es conocido como la aleya de la espada que abroga cualquier mensaje de tolerancia pronunciado previamente por Mahoma[5]

  1. Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los asociadores dondequiera que les encontréis. ¡Capturadlos! ¡Sitiadlos! ¡Tendedles emboscadas por todas partes! Pero si se arrepienten, establecen la azalá (salat) y dan el azaque (zakat), entonces dejad que sigan su camino.  Al.lah es perdonador, misericordioso.

 

     De manera similar, en 98: 6 se indica cuál va a ser el destino de aquellos que, procediendo de una religión del Libro, no han creído en Mahoma:

 

  1. Los que no crean, tanto gente del Libro como asociadores estarán, eternamente, en el fuego de Yahannam (la guehenna). Ésos son lo peor de la creación.

 

      Este cambio fue cristalizando de manera trágica en los ataques sucesivos de Mahoma contra las tribus judías y alcanzaría su culmen en una nueva expedición. 

     Tras el acuerdo de Hudaybiyya, Mahoma regresó a Yatrib donde, al parecer, decidió atacar un nuevo objetivo desconocido para todos[6].  Así, en el mes de muharram del año 7 (8 de mayo – 8 de junio de 628), Mahoma se dirigió contra Jaybar, una región rica poblada por árabes convertidos al judaísmo.  No esperaban éstos ningún ataque, en parte, porque no tenían pleito alguno con el caudillo de la Meca y, en parte, porque mantenían un pacto con la tribu de los gatafan que, teóricamente, los protegía de cualquier agresión.  Por sorpresa, cayó sobre los judíos de Jaybar Mahoma y éstos, pensando en proteger a sus mujeres e hijos, se vieron imposibilitados para articular una oposición militar eficaz.  Derrotados por los hombres de Mahoma, los judíos se refugiaron en sus casas, que eran pequeñas fortalezas, en una repetición de lo que había sido el comportamiento de los Banu Qurayza.  Confiaban en que los asaltantes se cansarían y, al fin y a la postre, abandonarían Jaybar.  Se equivocaron de manera trágica.

     Mahoma, tras reflexionar sobre la mejor manera de iniciar el ataque contra las casas fortificadas, atacó la del judío Naim, en al-Nattah.  Este episodio, según la tradición, sería la ocasión para un cambio legal relacionado con el derecho de sucesiones.  En el asalto, efectivamente, cayó malherido Mahmud b. Salama.  Viéndose al borde de la muerte, Mahmud b. Salama comenzó a angustiarse por el futuro de sus hijas ya que, según la normativa vigente a la sazón, la herencia debía pasar a su hermano Muhammad que tendría que ocuparse de ellas.  Habría sido entonces cuando, poco antes de expirar Mahmud, Mahoma le comunicó no sólo que había muerto el judío que lo había herido sino además una nueva revelación, la contenida en 4: 12/11:

 

  1. Al.lah os ordena acerca de vuestros hijos: la porción del varón equivaldrá a la de dos hembras. Si éstas son más de dos, les corresponderán dos tercios de la herencia. Si es hija única. la mitad. A cada uno de los padres le corresponderá un sexto de la herencia, si deja hijos; pero, si no tiene hijos y le heredan sólo sus padres, un tercio es para la madre. Si tiene hermanos, un sexto es para la madre, descontados los legados o deudas. De vuestros ascendientes o descendientes no sabéis quiénes os benefician más. Es mandamiento de Al.lah. Al.lah es conocedor, sabio.
  2. A vosotros os corresponde la mitad de lo que dejen vuestras esposas si no tienen hijos. Si tienen, os corresponde un cuarto, descontados los legados o deudas. Si no tenéis hijos, a ellas les corresponde un cuarto de lo que dejéis. Si tenéis, un octavo de lo que dejéis. Esto, descontados los legados o deudas. Si un hombre y una mujer, de los que tienen herederos, muere y no tiene ni padres ni hijos, pero sí un hermano o una hermana, entonces, les corresponde, a cada uno de los dos, un sexto. Si son más, participarán del tercio de la herencia, descontados los legados o deudas, sin dañar a nadie.  Es mandamiento de A.lah.  Al.lah es conocedor, sabio.
  3. Éstas son las normas de Al.lah.  A quien obedezca a Al.lah y a Su mensajero, Él le introducirá en jardines por cuyo suelo corren arroyos, en los que estarán eternamente. ¡Éste es el gran éxito!

 

     Es de suponer que Mahmud b. Salama falleciera confortado por la nueva revelación anunciada por Mahoma.

     La campaña dirigida contra las casas fortificadas de al-Nattah se prolongó durante una semana.  Mahoma se vio obligado a señalar que cualquiera de sus seguidores que desobedeciera órdenes no podría ser considerado mártir en el caso de caer en combate.   De especial interés resultaba tomar la casa fortificada de Sad b. Muad que contaba con unas provisiones que ya resultaban escasas en el ejército de Mahoma.  En el curso del asedio, Mahoma demostró una vez más su capacidad para dar respuesta a situaciones inesperadas.  Así, según la tradición, cuando uno de sus seguidores se mató a si mismo al intentar dar muerte a un judío, Mahoma indicó que no podía considerársele suicida y que, por tanto, se encontraba en el Paraíso.  Igualmente, cuando, andando escasos de víveres, escapó un grupo de asnos de la casa fortificada y algunos de sus seguidores se apresuraron a capturarlos para comérselos, Mahoma declaró aquella carne impura y logró que nadie la consumiera.  Al caer, finalmente, la plaza, los guerreros de Yatrib se encontraron con un abundante botín que incluía una cantidad considerable de vino que Mahoma ordenó arrojar al suelo.  Cuando un tan Abd Allah al-jammar (el borracho) se atrevió a opinar que habría sido mejor beberlo, según la tradición, Mahoma le propinó varias patadas e invitó a los que estaban allí a sumarse a este castigo.  Que Mahoma era contrario totalmente al consumo de alcohol en aquella época no admite duda, pero muy posiblemente la pena por esa transgresión no había quedado establecida todavía.  Por lo que se refiere a Abd Allah al-jammar seguía bebiendo con verdadera fruición en la época del califa Umar.  

     La toma de la posición asediada no significó el final de la campaña.  De hecho, algunos judíos lograron escaparse y se refugiaron en la fortaleza de Zubayr, ubicada en un alto en apariencia inexpugnable.  Si el enclave acabó cayendo en poder de Mahoma se debió a la traición de uno de los judíos, llamado al-Gazzal, que le explicó cómo discurría el sistema de abastecimiento de agua.  De esa manera, las casas fortificadas de al-Nattah cayeron totalmente en manos de Mahoma.

     Aquella victoria significó un giro en la campaña que llevó a Mahoma a cambiar el enclave de su campamento con la intención de tomar las casas fortificadas del barranco de al-Siqq.  Gracias a un traidor, Mahoma supo que algunos de los judíos combatientes en al-Nattah se habían refugiado en al-Siqq y que se habían valido de un subterráneo para salvar algunas máquinas de guerra.  La respuesta de Mahoma consistió en lanzar un ataque inmediato que impidiera a los judíos reorganizar la resistencia.  El resultado fue que las casas fortificadas de al-Siqq se vieron obligadas a capitular y algunos de sus defensores huyeron a refugios ubicados en los valles de al-Katiba, al-Watih y Sulalim.  No pocos judíos se enfrentaron con una suerte peor a manos de Mahoma y sus seguidores.  Así, por ejemplo, en la casa fortificada de Nizar, en al-Siqq, se habían refugiado numerosas mujeres y niños.  Como en casos anteriores, las mujeres quedaron a merced de los apetitos sexuales de los vencedores.  Mahoma anunció así una revelación que permitía el matrimonio por tan sólo unos días, la conocida muta, en 4: 28/24:

 

  1. Y las mujeres casadas, a menos que las posea vuestra diestra[7]. ¡Es un mandato de Al.lah!  Os están permitidas todas las otras mujeres, con tal que las busquéis con vuestra hacienda, como hombres honrados, no por fornicar. Retribuid, como cosa debida, a aquéllas de quienes habéis gozado. No hay inconveniente en que decidáis algo de común acuerdo. Al.ah conocedor, sabio.
  2. Quien de vosotros no tenga medios necesarios para casarse con mujeres libres creyentes, que tome mujer de entre vuestras jóvenes esclavas creyentes. Al.lah conoce bien vuestra fe. Salís los unos de los otros. Casaos con ellas con permiso de sus amos y dadles la dote conforme al uso, como a mujeres decentes, no como fornicadoras o como las que toman amantes. Si estas mujeres se casan y cometen una indecencia, sufrirán la mitad del castigo que las mujeres libres. Esto va dirigido a aquéllos de vosotros que tengan miedo de caer en pecado. Sin embargo, es mejor para vosotros que tengáis paciencia. Alá es perdonador, misericordioso.

 

     Con todo, como tendremos ocasión de ver otras tradiciones sitúan esta revelación en un contexto diferente [8]. Esta institución específica del Islam, denominada en ocasiones “matrimonio temporal”, ha sido origen de no pocas controversias teológicas.  Mientras que en el Islam shíi sigue existiendo a día de hoy, el sunní no la ha mantenido alegando que Mahoma la abolió con posterioridad.  

     Con ocasión de la toma de Nizar, Mahoma puso sus ojos en una bella judía llamada Safiyya.  Ésta estaba casada con Kinana b. abi-l-Hurayq lo que impedía que la tomara por esposa.  Esta vez, el obstáculo no fue apartado por Mahoma anunciando una nueva revelación como en algún caso anterior sino recurriendo a la astucia.  Así, exigió a Kinana la entrega del tesoro de su familia.  Respondió el judío que lo había gastado todo en la compra de armas y víveres para defender Jaybar.  Mahoma le obligó, tanto a él como a su hermano, a jurar, ante sus seguidores y ante judíos, que su declaración era cierta.  Acto seguido, declaró que si el juramento había sido falso, les podría dar muerte a ambos.  Una vez que Mahoma comenzó a indagar y no tardó en descubrir algunos bienes que pertenecían a Kinana.  Lo sometió entonces a tortura para que confesara si había ocultado algo más en otros lugares.  Con el pecho cubierto por brasas, Kinana acabó muriendo y lo mismo sucedió con su hermano.  Inmediatamente, el caudal familiar fue confiscado y Mahoma tomó a Safiyya como posesión.  A diferencia de alguna mujer que se había negado a convertirse en esposa de Mahoma como última muestra de independencia, Safiyya aceptó abrazar su predicación, se puso el velo y pasó a ser una de las esposas legítimas.

     Ante estos hechos, puede comprenderse que los judíos estuvieran aterrados por lo que sucedía en la campaña de Jaybar y también que una judía, Zaynab bint al-Harit, esposa de Salam b. Mishkam, intentara acabar con la vida de Mahoma al que contemplaba como un enemigo implacable.   Fue así como ofreció a éste y a algunos de sus seguidores una oveja a la brasa que, previamente, había emponzoñado.  No debía ser persona ducha en el uso del veneno porque apenas probó la comida Mahoma, sospechó de ella y escupió el bocado.   Otros que ingirieron una porción de la oveja siguieron arrastrando las secuelas del envenenamiento durante años y Bisr b. al-Bara que continuó comiendo, pagó su conducta con la vida.  Mahoma ordenó inmediatamente que Zaynab compareciera ante su presencia.   Su vida pendía de un hilo y no puede sorprender que alegara que había creído en el pasado que Mahoma, exterminador de su familia, era un impostor, pero que ahora, a la vista de cómo había descubierto el veneno, no podía sino reconocer que era un profeta y abrazar su predicación.  Las tradiciones islámicas no coinciden sobre el destino final de la judía y mientras que alguna señala que la perdonó, otras indica que ordenó que la crucificaran y que se llevó a cabo la ejecución.  Fuera como fuese, la muerte de la judía no libró a Mahoma de las secuelas del envenenamiento.  Tiempo después confesaría a Aisha que su muerte iba a deberse a las secuelas de aquel episodio.  

     La campaña de Jaybar concluyó con un éxito espectacular.  La población judía de Fadak capituló y su ejemplo fue seguido, de grado o por la fuerza, por otras.  La conquista territorial fue tan considerable y la falta de brazos para cultivar las tierras tan palpable que, en algún caso, los seguidores de Mahoma no exigieron el exilio de los judíos sino que los sometieron a un régimen de servidumbre.  Sería esa una fórmula seguida en otros lugares conquistados en el futuro por el Islam no tanto por razones de tolerancia, como se suele afirmar no pocas veces, cuanto porque los conquistadores musulmanes no contaban con número suficiente – ni, generalmente, con voluntad – para ocuparse personalmente de las tierras ocupadas por la fuerza [9]

     Cuando Mahoma regresó con sus hombres a Yatrib, todos los que habían participado en la expedición de Jaybar eran mucho más ricos que al iniciarse.  Antes de entrar en Yatrib, según la tradición, Mahoma proclamó que todo el territorio comprendido entre las dos harras era tan sagrado como el de la Meca.  Yatrib había dejado de ser la ciudad que había sido durante siglos y, de manera formal, se había convertido en Madinat al-Nabi (la ciudad del profeta) o al-Munawwira (la luminosa).  En el futuro, todos la conocerían ya no como Yatrib sino como Medina (la ciudad).   Había llegado el momento de consumar la tarea de años.      

CONTINUARÁ


Véase: J. Akhter, Oc, p. 89 ss; K. Armstrong, Oc, pp. 232 ss; M. Cook, Muhammad…, pp. 12 ss; E. Dermenghem, Mahomet…, p. 21 ss; J. Glubb, Oc, pp. 277 ss; M. Lings, Oc, pp. 291 ss; T. Ramadan, Oc, pp. 162 ss; J. Vernet, Oc, pp. 147 ss; W. M. Watt, Oc, pp. 161 ss; C. V. Gheorghiu, Oc, pp. 385 ss

[2]  Esta aleya tiene el número 84 en la edición del rey Fahd.

[3]  O: “verse humillados”.

[4]  La yizia es el impuesto que han de pagar los dhimmíes o miembros de religiones monoteístas sometidos al gobierno musulmán.

[5]  Como señala la edición del rey Fahd, “esta es la aleya conocida con el nombre de “ayatus-saif” (aleya de la espalda) que abroga todas las disposiciones anteriores concernientes a las relaciones con los no musulmanes”. 

[6]  En ese sentido, J. Vernet, Oc, p. 147.

[7]  Es decir, las esclavas de guerra.

[8] Véase Infra pp. .

[9]  Al respecto, véase C. Vidal, España frente al Islam, Madrid, pp.  .

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