- Al.lah os ha ayudado en muchas ocasiones. Y el día de Hunayn, cuando estabais asombrados por vuestro gran número, éste no os sirvió de nada; cuando la tierra, a pesar de su amplitud, os resultó angosta y volvisteis la espalda para huir.
- Al.lah envió desde lo alto Su sosiego sobre Su mensajero y sobre los creyentes. Hizo también descender ejércitos invisibles y castigó a los que no creían. Ésa es la retribución de los infieles.
- Pero, después de eso, Al.lah se volvió sobre quien quiso. Al.lah perdonador, misericordioso.
Si no se produjo una derrota se debió en no escasa medida al propio Mahoma que logró frenar a los que se retiraban y arremetió de nuevo contra taqifíes y hawazin. Aquella reacción provocó su huida y que buscaran refugio en Taif. Mahoma los persiguió, aniquiló alguna fuerza que se interponía en su camino y procedió a sitiar el enclave. Las fuentes islámicas señalan que las tropas de Mahoma contaban con instrumentos de asedio y es posible que la noticia se corresponda con la realidad histórica. El tipo de combate que habían tenido que asumir las tropas de Mahoma había ido experimentando variaciones y, como ya hemos señalado, contaba con el asesoramiento que le proporcionaba un cristiano de origen persa. La ciudad no pudo ser tomada, sin embargo, y, al cabo de cuarenta días, Mahoma levantó el asedio y regresó a la Meca. A fin de cuentas, Taif era un enclave situado en medio de un territorio completamente sometido a Mahoma y no representaba un peligro. Por añadidura, como demostraría el reparto del botín, Mahoma había obtenido una extraordinaria victoria.
La distribución se llevó a cabo en Awtas. Abd Allah b. abi Rabia, Huwaytib b. Abd al-Uzza y Safwan b. Umayya recibieron los préstamos que habían concedido a Mahoma poco antes. El caso de Safwan, que seguía reflexionando sobre su sometimiento a la predicación de Mahoma, resulta bien revelador. Quedó asombrado al contemplar la cantidad de carneros capturados y su sorpresa no debió ser menor cuando Mahoma se los regaló. Safwan abrazó su predicación inmediatamente. Era el mes de ramadán (diciembre-enero) de 629-30.
Desde luego, no fueron, ni lejanamente, los únicos beneficiados. Los prisioneros sumaban unos seis mil y fueron repartidos como esclavos entre las tropas de Mahoma que, según la tradición, anunció como revelación el texto contenido en 4: 28/24, aunque, como ya hemos visto, también se ha señalado otro contexto para la entrega de ese pasaje[1].
De esa manera, los guerreros de Mahoma se vieron autorizados para tener relaciones sexuales con las cautivas – de las que no sabían si podían estar embarazadas - siempre que no eyacularan en su interior. Casi todas las prisioneras fueron así violadas [2]. Sin embargo, no puede decirse que la totalidad de los vencidos se enfrentara con una suerte tan atroz. Aquellos que pudieron demostrar que eran hermanos de leche de Mahoma o que tenían algún parentesco con él por vía materna no sólo eludieron cualquier castigo sino que incluso recibieron regalos. Esta circunstancia tendría consecuencias importantes ya que los hawazin no tardaron en presentarse en Shairrana donde se hallaba Mahoma alegando que eran sus hermanos de leche y que deseaban abrazar su predicación. Mahoma les hizo saber que sus prisioneros eran esclavos y que aunque él iba a poner en libertad a los suyos los demás dueños podían hacer lo que les complaciera. Finalmente, los bienes de los hawazin quedaron en manos de Mahoma y sus seguidores, pero los dueños de los esclavos siguieron el ejemplo de su caudillo y los liberaron. Incluso su jefe, Malik b. Awf al-Nasri recibió cien camellos. Como muestra de agradecimiento, se volvió contra sus familiares de Taif.
De nuevo en Medina, Mahoma tuvo que tranquilizar a una población que se había sentido discriminada en el reparto del botín y que temía que su caudillo regresara a la Meca. Lo consiguió con sus habituales dotes a la vez que, según la tradición, comenzaba a preparar el desquite del revés sufrido por sus fuerzas en Muta. Enfrentándose con un calor sofocante, con vendavales y con escasez de agua, Mahoma llegó hasta Tabuk desde donde envió una nueva misiva al emperador Heraclio. Según la tradición, el bizantino no se sometió al ofrecimiento de Mahoma y se limitó a enviarle unas bolsas de dinero a Mahoma que éste distribuyó entre sus seguidores.
Más éxito tuvieron las misivas que desde Tauf envió Mahoma a tribus cercanas. De especial interés eran Dumat-al-Shandal, en el norte de Arabia de donde partían rutas comerciales hacia Siria e Iraq; Maqna, puerto del golfo de Aqaba con población judía; o Ayla que contaba incluso con un obispo. Las tradiciones presentan discordancias en los detalles, pero podemos dar por prácticamente seguro que la población del golfo de Aqaba – que no contaba con protección militar del imperio de Bizancio – aceptó someterse a Mahoma al igual que los judíos de Shanba y Adruh. De esa manera, Mahoma extendía su poder al noroeste de Arabia y regresó a Medina en el mes de rashab del año 9 de la nueva era (octubre – noviembre de 630).
Al mes siguiente (ramadán / diciembre), Mahoma recibió una comitiva procedente de Taif. Como era de esperar, buscaba someterse al caudillo y abrazar su predicación, pero, al mismo tiempo, quería imponer condiciones como la exención de los rezos y ceremonias, del zakat y del servicio de armas; la licitud de las imágenes y del templo de la ciudad, de la prostitución, del préstamo de dinero con interés y del vino; y la consideración de Taif como ciudad sagrada. Resultaba obvio que los taifíes estaban dispuestos a aceptar el caudillaje político de Mahoma, pero no sus pretensiones espirituales. De manera nada sorprendente, Mahoma rechazó las pretensiones de los taifíes relativas a la religión, pero aceptó eximirlos del zakat y del servicio de armas y considerar sagrado el enclave de Taif. Cuando se retiraron a deliberar los emisarios, los compañeros de Mahoma le preguntaron cómo podía ofrecer la exención de obligaciones que formaban parte de la revelación que él mismo había transmitido. Mahoma respondió que aquella gente acabaría pidiendo el final de la exención al darse cuenta de que se trataba de cargas indispensables para mantener el poder político. No se equivocó. Apenas dos años después, muerto Mahoma y con su estado gravemente amenazado, aquella gente se sumaría lealmente a las fuerzas del califa Abu Bakr para defenderlo. Así fue, a pesar de que Mahoma les había impuesto en su día las condiciones más duras del denominado “año de las embajadas”.
CONTINUARÁ
[1] Véase supra, pp. .
[2] En el mismo sentido, J. Vernet, Oc, p. 167.