Corren malos tiempos para la economía y nadie – salvo Dios – sabe cuánto tiempo durarán, ni cómo ni dónde. Por eso, el mensaje de Habacu resulta especialmente adecuado. Existe una posibilidad real de vivir con alegría incluso en medio de las dificultades económicas más claras – el repaso que da Habacuc a las fuentes de producción de su tiempo es verdaderamente inquietante – pero esa posibilidad está vinculada de manera ineludible a la relación con Dios. El que camine a diario con él, el que confíe en Él, el que sepa lo que es una relación personal e íntima con Él, el que lo conozca de verdad, ése encontrará motivos para regocijarse y exultar incluso en medio de la peor sequía económica. Pero ¿qué será de aquel que se ha negado a aferrarse a Su mano?