En realidad, se trata de una simple yuxtaposición de frases. La primera afirma que Dios conoce el camino de los justos. Dios. Quizá los que se esfuerzan en seguirlo no sepan en qué concluirá todo, ni que pasará, ni que cabe esperar. Por inquietante que pueda parecer, esa circunstancia no es importante. Dios sí lo sabe. El es el que mantiene las riendas de la Historia en Sus manos y en eso debemos confiar. Como señaló el profeta Habacuc, “aunque tarde durante algún tiempo, se dirige hacia su consumación y no será mentira. Aunque tarde, hay que esperar, porque, sin ningún género de dudas, sucederá y no se retrasará. El que tiene un alma que no es recta se deja llevar por el orgullo, pero el justo vivirá por su fe” (Hechos 2, 3-4). Debemos conservar la fe en la espera porque gracias a esa fe viviremos. La segunda frase es todavía más terminante. “La senda de los malos perecerá”. No tendrá nunca otro fin. No le espera otro fin. No existe otro fin. Eso debemos esperarlo con absoluta certeza. Aunque, de momento, no se vislumbre en el horizonte.