Hay quien dice que lo grave no es tener miedo sino que ese miedo te importe. Puede ser, pero veo difícil que si se tiene miedo, éste no provoque alguna reacción. El salmista opta, desde luego, por otro tipo de consideración. Cree que el Señor es su luz y su salvación, y la certeza de que no caminará ni en las tinieblas ni en el camino de la perdición aparta el miedo de su vida. También afirma que Dios es su fortaleza. El término es militar y resulta especialmente apropiado. Dios es la plaza fuerte, la ciudadela, el alcázar en cuyo interior podemos refugiarnos. Por lo tanto, no es que no existan razones para tener miedo. Es que éstas no deberían importarnos si somos conscientes del otro lado de la moneda de la vida que es la presencia de Dios. Resumiendo. No se trata de ser temerario, inconsciente, irresponsable. Se trata de cumplir con el deber en la certeza de que Dios no nos fallará a la hora de protegernos y darnos amparo. Él es más grande que todos, incluidos nuestros enemigos.