Lo propuse y aceptaron, quizá porque entonces Federico y yo teníamos una audiencia que en la casa no conocían por la mañana desde la época de Antonio Herrero y en la noche desde nunca porque nunca la habían alcanzado con anterioridad. Tras el escéptico permiso, me puse manos a la obra. La música de cabecera la escogí tras pensar en tres o cuatro canciones y someterla a consideración - en circunstancias que no vienen a cuento - a Sagrario Fernández-Prieto. No conocía ella a Allison Moorer, pero, al igual que yo, percibió que su Alabama Song era la sintonía ideal. Isaac Jiménez diseñó además una página web maravillosa que yo a veces conectaba sólo por el gusto de verla. En cuanto al programa… no voy a ocultar que era extraordinario – no estoy para falsas modestias desde hace décadas – y no sólo por la música sino porque llevaba a gente con una canción sureña seleccionada para comentarla y escucharla – Carmen Tomás protagonizó una anécdota extraordinaria que no puedo relatar por discreción, pero que fue uno de los momentos más conmovedores que he vivido en la radio - porque se leía un relato del sur acercando la literatura sureña a los oyentes y porque no sólo traducía las canciones sino que además contaba historias que es lo que más me gusta y, sobre todo, lo que más le gusta a la gente. Me pagaban simbólicamente y dado que era yo quien pagaba a quienes leían el relato del sur, casi, casi salía lo comido por lo servido, pero no me importaba porque sabía que a los oyentes les entusiasmaba el resultado.
Propuse a la dirección de COPE que publicaran un CD con una selección del programa para que la casa ganara dinero, pero aquella gente estaba más por la lucha por el poder de los distintos grupos católicos y otras edificantes tareas que por la política de empresa y no me hicieron ni caso para gran pesar de gente del departamento de publicidad. Al final, acabé firmando yo el contrato con MR y salió un libro titulado Camino del Sur con un extraordinario CD de 20 canciones. La gente me sigue escribiendo para decirme que lo lleva en el automóvil. Yo, sobre todo, recuerdo la sección de fotos en la que me acompañó la actriz Abigail Tomei que a mi me parecía casi, casi tan bella como Allison Moorer.
Cuando llegó Coronel de Palma a la presidencia de COPE – personaje al que se le ha echado la culpa de todo aunque sólo era un mandado y no de muchas luces – intenté negociar que me dieran una parte de la publicidad del programa dado lo poco que me pagaban. Ya estaba decidida la caída de Federico – aunque él no lo sabía y luego iría echando la culpa al rey – y Coronel me dijo que no, pero yo seguí haciendo el programa con el mismo entusiasmo. Por esa época, los oyentes de Camino del sur – según el EGM o sea que a saber… - eran más que los de La tarde con Cristina y el resto de programas de COPE a excepción de La mañana, de La linterna y de los grandes partidos de fútbol. No estaba mal teniendo en cuenta que nos colocaban en el quinto pino del huso horario y que yo percibía mucho menos que los directores de programas de menor audiencia que aquel.
Lo que pasó después – lo saben muchos – es que a Federico lo arrojaron a las tinieblas externas tras cumplir con la misión que le había asignado la Conferencia episcopal y que yo me fui con él cobrando menos de la tercera parte porque no quería quedarme en nuestra antigua casa ni un solo día más. Me movían, entre otras razones, la lealtad, la decencia y también mucha vergüenza ajena, pero no la sorpresa. A diferencia de Federico, yo sabía que es una regla histórica que cierta institución, una vez exprimido el que ha sido útil, lo arroja al sumidero lo mismo si se llama Jiménez Losantos que imperio español, espada de la Contrarreforma y etc, etc, etc.
En Es.Radio, no cobré jamás por ocuparme de Regreso a Camino del Sur que es como pasó a llamarse el programa que recuperó las dos horas de emisión. Supongo que en mi ingenuidad, debí pensar que era una forma de ayudar a la causa, sumada a la reducción drástica de salario – más bien desplome de emolumentos - por dirigir el programa de la noche. Sí quedamos en que si encontraban un patrocinio me llevaría un porcentaje. El servicio de publicidad de Es. Radio logró dar con ese patrocinio durante dos o tres meses en las dos temporadas y media en que se realizó el programa. En esos dos o tres meses, pues, creo que me ingresaron una modestísima suma. Es decir, el programa yo no lo hacía gratis sino que me costaba dinero porque de mi bolsillo salía, por ejemplo, lo que se pagaba a la persona que realizaba las locuciones para Un relato del sur. Fue así como llegamos a una reunión célebre del consejo de administración de Es. Radio – no voy a entrar en detalles porque para eso están mis memorias – en que yo intenté, inútilmente, que se redujeran gastos en la casa y descubrí que fue como darse con la cabeza contra la pared. Lo único que conseguí fue salir con la presión arterial lo suficientemente alta como para haberme quedado en el sitio. Los médicos me aconsejaron, a raíz de aquel episodio, que me dedicara a otras ocupaciones porque había estado al borde del infarto cerebral o del ictus. Mi hija me suplicó que, tras acabar la temporada, la de hace dos veranos, no regresara a España ni cargado de cadenas. Pero no nos desviemos. Los detalles los doy en mis memorias. Tras aquella reunión, decidí que, no por razones económicas sino por simple dignidad, no iba a seguir realizando un programa que me costaba dinero mientras la casa lo tiraba al retrete en otros espacios de escasa o nula audiencia, desde luego, menos que la de Regreso a Camino del sur. No fue una decisión fácil, pero sí era razonable y más que justa. Suponía que no les iba a importar en la casa y, efectivamente, así fue. Nadie, absolutamente nadie, me preguntó por las razones quizá porque se las maliciaban.
En ocasiones, pienso que, de volver a la radio, quizá sólo estaría dispuesto a hacerlo con un programa semejante y que, en lugar de Mases, Montoros, Rajoyes y Rubalcabas, lo que desearía es hablar de Elvis, Kenny Rogers, Josh Turner o mi queridísima Allison Moorer. Al final, será lo que Dios quiera. Sea como sea, a los oyentes siempre les quedarán los archivos sonoros, los dos libros con los CDs y, por supuesto, mi deseo de siempre: God bless ya!!!, es decir, ¡Que Dios les bendiga!