Ser cristiano no es pertenecer a una confesión religiosa, no es creer en un credo concreto, no es practicar una serie de ritos y ceremonias, no es identificarse con una tradición religiosa y no es - ¡mucho menos! – rendir culto a seres humanos. Se puede tener todo eso y no estar más cerca de Jesús – incluso más lejos – que un pagano o un ateo. Lo que define al cristiano es que reconoce que no tiene mérito alguno que presentar ante Dios; que, por eso mismo, acepta por fe el sacrificio de Jesús en la cruz – único e irrepetible -; que se ha entregado a Jesús; que lo ha aceptado en el fondo de su corazón, que su vida gira en torno a él porque cree, de todo corazón, que es el mesías y el Hijo de Dios y que se esfuerza por seguir sus enseñanzas consciente de que debe “negarse a si mismo, tomar cada día la cruz y seguirle”. Algunos – ¡pésima educación de siglos! – creen que la cruz es lo que hay que soportar del jefe, de la suegra o de la vecina del 3º B. Nada más lejos de la realidad. Es estar dispuesto a ser ejecutado en el peor instrumento de tortura como sucedió con Jesús y estar dispuesto porque, efectivamente, no se cree en una confesión religiosa sino en la realidad que es Jesús. Me consta que muchos de los que visitan este muro han ido experimentado esa realidad en los últimos meses. Sé también por su testimonio que se trata de una experiencia que nunca han tenido en ninguna religión. No podía ser de otra manera.
De esto mismo, habla la canción que dejo hoy. Aretha Franklin no sólo insta a la gente a darse a Jesús sino que además, en medio de su interpretación, recita el Salmo 23, ese texto bellísimo en que se afirma con fe que “El Señor es mi pastor y nada me faltará”. A aquellos que no han vivido esa realidad más real que cualquier otra realidad, quisiera invitarles este día de sábado a sentirla, a abrir su corazón y a dejar que Jesús el mesías entre en él. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Y aquí está Aretha Franklin