Cuando Estados Unidos entró en la segunda guerra mundial entre los afectados por el conflicto se encontraba un indio cherokee llamado Obie Phillis. La época era difícil y – lo que resultaba peor – nadie podía afirmar si no acabaría derivando hacia algo muchísimo peor.
El mundo parecía haber perdido el norte y sólo podían presagiarse calamidades. Phillis era, sin embargo, un cristiano convencido y decidió escribir una canción con una melodía alegre y, sobre todo, un mensaje de esperanza. El tema afirmaba que Dios tiene todo el mundo en Sus manos. Ciertamente, lo que vemos en derredor nos sobrecoge y no cuesta mucho imaginarse un futuro horripilante, pero, en realidad, Dios no pierde el control de lo que sucede. Nada, absolutamente nada, carece de propósito o razón por espantoso que pueda resultar. Nada, absolutamente nada, está desprovisto de sentido. Nada, absolutamente nada, se ve privado de causa.
Intenté expresar ese mismo pensamiento en la primera parte de mi novela La ciudad del azahar y, con el paso del tiempo, cada vez estoy más convencido de él. Hasta lo peor de nuestras vidas puede resultar beneficioso y útil si sabemos ver que El tiene todo en Sus manos.
La canción hace unos años se utilizó como melodía de un anuncio en España, pero – creo que lo entenderán – he preferido optar por la versión clásica de Laurie London. Por cierto, me permito recordarles que el domingo día 8, estaré firmando en la Feria del libro de 12 a 2, en la caseta del Corte inglés. Espero que la firma sea tan buena, como mínimo, como las dos de la semana pasada, pero si no fuera así… bueno, El tiene todo el mundo en Sus manos. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Y aquí viene Laurie London