Por el contrario, confió en el Señor y decidió seguir adelante entregándose con mayor entusiasmo al estudio de la teología y de la Historia. Por increíble que parezca no sólo lo consiguió sino que además recibió un doctorado de la universidad de Edimburgo y llegó a ser miembro de la Sociedad real de esta misma ciudad.
Gran pastor y predicador, la misma reina Victoria lo invitó a predicar en su retiro de Balmoral y quedó tan asombrada por el contenido de su sermón sobre Job que ordenó su publicación. También enseñó en distintas universidades e incluso llegó a ser un especialista en confucionismo. Sin embargo, quizá lo que dejaría más huella sería su labor como compositor de himnos evangélicos. Auténticos clásicos se siguen entonando a día de hoy y resulta más que comprensible que así sea.
El que les traigo hoy es una bellísima pieza musical que resulta aún más conmovedora cuando se tiene en cuenta su letra y la historia del compositor. Habla este himno de un amor que nunca nos dejará, el amor de Dios. Es cierto que, a lo largo de la vida, la desgracia se cruza no pocas veces – pocas desgracias mayores que la de quedar ciego a los veinte años – pero podemos contar con ese Amor incomparable que nos lleva de Su mano más allá de las tormentas, de los sufrimientos, de los golpes. Su Amor nunca nos abandona y pobres de aquellos que no lo han conocido o que puedan pensar que es algo revocable. Como señaló Pablo en Romanos 8: 26-39, Dios tiene un plan y podemos llegar a ser parte de él. Cuando se da esa circunstancia, todo, absolutamente todo, tiene una finalidad buena aunque no acertemos a verla. De manera que se nos escapa, pero que resulta real la pérdida de un empleo, el fallecimiento de un ser querido, el exilio, las presiones… todo ocupa su lugar en el designio de Dios en favor nuestro. Pocas personas lo han sabido expresar mejor que George Matheson con este himno escrito en el siglo XIX.
Las versiones de este himno son muy numerosas y he tenido que controlarme para no poner una docena. La primera corresponde a uno de los programas de los Gaithers que tan buena música evangélica dispensan en la televisión. La segunda es coral. La tercera resulta muy original porque el intérprete se ha usado a si mismo para cantar varias voces y además hacerlo a capella. Finalmente, les incluyo una en español. Con todas sus variaciones, todas señalan una realidad imposible de negar, la de que el Amor de Dios no nos deja en ningún momento por muy empinadas que resulten las cuestas de la vida, por muy canallescamente que puedan perseguirnos nuestros semejantes, por muy difíciles que puedan resultar las circunstancias de nuestra existencia. El es el Amor que no nos dejará. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Ésta es la versión de los Gaither
Una versión coral clásica
Una curiosísima versión a capella
Y ésta es una versión en español