John Keble fue catedrático de poesía durante una década en Oxford, pero con posterioridad se convirtió en pastor de una humilde iglesia en Hursley. Su ministerio espiritual había sustituido a su labor en la universidad, pero, curiosamente, su poesía mejoró. Meditando sobre el pasaje de Lucas 24: 29 ss donde se relata cómo Jesús resucitado se apareció a los discípulos de Emmaus escribió un poema que comenzaba:
Sol de mi alma, Tu, querido Salvador, no hay noche si estás cerca;
Que ninguna nube surgida de la tierra Te oculte de los ojos de Tu siervo.
El texto – notablemente hermoso – pronto tuvo música y se convirtió en un himno extremadamente popular que, en el mundo anglosajón, se canta incluso en parroquias católicas. Lo más importante, sin embargo, es que describe una innegable realidad. En medio de situaciones oscuras, cuando Dios es nuestra luz, las tinieblas se disipan; la noche no existe. He perdido la cuenta de las veces que estas palabras han sido una innegable realidad a lo largo de mi vida, pero, con seguirdad, no han sido pocas. Pocas experiencias resultan más bellas y reconfortantes y por ello comprendo a la perfección el contenido de este himno.
No conozco versión en español – aunque es posible– pero les he incluido tres en lengua original. La primera es clásica y coral; la segunda es un solo con subtítulos y la tercera, una adaptación.
Espero que la disfruten, pero, sobre todo, que su mensaje sea una realidad en sus vidas, una de las realidades más conmovedoras que se pueden vivir. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Ésta es la versión coral
Éste es el solo con letra
Y ésta es una adaptación moderna