Viernes, 29 de Marzo de 2024

Pablo, el judío de Tarso (LXI)

Domingo, 3 de Diciembre de 2017
EL ÚLTIMO VIAJE A JERUSALÉN (III): La ofrenda de los gentiles

Precisamente en un periodo cronológico cercano a la redacción de la carta de Santiago - las fuentes no nos permiten precisarlo con más exactitud - los judeo-cristianos de Jerusalén iban a recibir una muestra de aprecio fraternal que, dados los tiempos que corrían, seguramente fue interpretada de manera providencial. Tal muestra de solidaridad provenía de aquellos que, en virtud del decreto jacobeo emanado del concilio de Jerusalén, formaban parte de la fe en Jesús[1] y, a la vez, habían conocido al mesías de Israel a través del también judío Pablo. La ofrenda económica enviada por los gentiles por mano de Pablo sería la ocasión para el último encuentro entre el apóstol y Santiago.

La fuente lucana es muy escueta en relación con este episodio que conocemos mucho mejor gracias a las diversas fuentes paulinas. Como ya hemos indicado, a partir del libro de los Hechos (19, 21), podemos deducir que Pablo llegó a la conclusión durante su ministerio en Éfeso de que su trabajo en el Egeo estaba virtualmente concluido, de que sería interesante acometer la evangelización de España - pasando por Roma - y de que, previamente a esa etapa final de su misión, debía descender a Jerusalén con la ofrenda de las iglesias gentiles, pero son los datos de sus epístolas realmente los que nos permiten conocer el tema con mayor profundidad.

La primera referencia a la ofrenda para los judeo-cristianos se encuentra en 1 Cor 16, 1 y permite suponer que el origen de la idea fueron los propios gentiles de Corinto que habían tenido noticias acerca de cómo Pablo estaba recogiendo una colecta destinada a Jerusalén entre los gálatas [2]. El consejo de Pablo había sido que apartaran algo de dinero cada domingo para entregárselo a él cuando los visitara tras pasar por Macedonia, puesto que se proponía quedarse en Éfeso hasta Pentecostés. Sabemos que, efectivamente, las iglesias paulinas se reunían en domingo en lugar de en sábado [3]- día, pues, ideal para recoger la ofrenda - y, por otro lado, la fuente lucana confirma el itinerario al que se refiere Pablo (Hch 19, 21).

En cuanto a la fiesta de Pentecostés a la que se refiere el apóstol, posiblemente, era la del año 55 d. de C. (unas siete semanas después de que escribiera Pablo). De hecho, la referencia a las primicias y a la cosecha que se menciona en 1 Co 15, 20 ss y 5, 7 ss resultaría especialmente apropiada en relación con esta fiesta judía. Con todo, lo más seguro es que se produjera un cambio de planes. Por aquellas fechas posteriores a Pentecostés del 55 d. de C., puede haber realizado la lamentable visita a que se hace referencia en 2 Co 2, 1 y, finalmente, se produjo una modificación de lo planeado, tal y como se desprende de 2 Co 1, 15 ss. El tema de la colecta deja entonces de mencionarse, lo que es lógico si las relaciones entre el apóstol y los corintios se habían deteriorado.

Volvemos a encontrarnos con esta misma cuestión al final de la carta de la reconciliación con los corintios (2 Co 1-9). La misma fue enviada desde Macedonia y el apóstol se refiere al tema de paso que alaba la generosidad de las iglesias de ese mismo lugar. Al parecer, éstas, sin tener en cuenta su propia pobreza, habían tomado la iniciativa de la colecta y la habían entregado a Pablo para que se la hiciera llegar a los pobres de Jerusalén. Posiblemente, los cristianos gentiles de Macedonia habían preguntado acerca de la manera en que la colecta se iba desarrollando en otros lugares y Pablo había mencionado cómo desde el año anterior estaba siendo llevada a cabo en Corinto y otras partes de Acaya. La carta dirigida a los corintios es una súplica del apóstol para que no le dejen en mal lugar ante los cristianos gentiles de Macedonia. En la misiva se señala asimismo que Pablo envía a Tito y a otros dos [4]para ayudarles a terminar de recoger la ofrenda de forma que cuando él llegase a Corinto acompañado por algunos macedonios ni los corintios ni él mismo tuvieran que avergonzarse.

Aunque Pablo procura expresarse con el mayor tacto posible insistiendo en que se trata de una muestra de generosidad de los corintios y no de una exigencia propia (2 Cor 9, 5), lo cierto es que algunos de los corintios no debieron sentir mucha simpatía por la idea. Buena prueba de ello son las referencias repetidas que aparecen en los capítulos finales de 2 Corintios en relación con la honradez de Pablo en lo que asuntos monetarios se refería así como en cuanto a la escrupulosidad de Tito en el mismo tipo de asuntos (2 Cor 12, 16). No sabemos cuál fue el resultado exacto de las gestiones de Pablo ante los corintios relativas a la colecta. Con todo, es muy posible que no fuera defraudado del todo en sus expectativas porque en la carta a los romanos señala que tiene consigo la ayuda económica proporcionada por Macedonia y Acaya y que la llevará a Jerusalén antes de emprender su viaje a España (Rom 15, 25-7). Que Pablo pretendía fortalecer los vínculos de unión entre los gentiles cristianos y los judeo-cristianos con aquella colecta es más que posible; que en la realización de la misma posiblemente vio un cumplimiento de lo acordado con las tres columnas de la comunidad de Jerusalén años antes (Gá 2, 6-10) cabe asimismo dentro de lo probable; pero no puede descartarse tampoco que Pablo contemplara aquel viaje provisto de un contenido escatológico relacionado con las ofrendas que en los últimos tiempos las naciones gentiles subirían a Jerusalén (Isaías 66, 20; Sofonías 3, 10; Salmos de Salomón 17, 34, etc). En su caso concreto, el apóstol creía que los gentiles eran parte de ese nuevo pueblo de Dios. Esto explicaría el hecho de que los acompañantes de Pablo, tal y como aparecen mencionados en Hechos 20, 4, fueran miembros de las diversas iglesias asentadas en las zonas donde el apóstol había predicado. La lista contiene nombres de las comunidades de Macedonia (Berea y Tesalónica), Galacia (Derbe) y Asia. Lucas posiblemente representaría a las comunidades de Filipos y no deja de ser significativa la ausencia de nombres de Corinto.

 

 

.[1] La obra clásica en relación con el tema sigue siendo K. F. Nickle, The Collection: A Study in Paul’s

Strategy, Londres, 1966. Ver también: D. Georgi, Die Geschichte der Kollekte des Paulus für Jerusalem, Hamburgo, 1965.

[2] En este mismo sentido J. C. Hurd, The Origin of I Corinthians, Londres, 1965, pgs. 200 ss y F. F. Bruce, New Testament History, Nueva York, 1980, p. 351.

[3] Hechos 20, 7. Ver supra pp. . En este mismo sentido, pero ampliando tal costumbre al conjunto total del cristianismo y atribuyéndole un origen no paulino sino judeo-cristiano, ver: D. Flusser, “Tensions Between Sabbath and Sunday”, en E. J. Fisher (ed.), ”The Jewish Roots of Christian Liturgy”, Nueva York, 1990.

[4] Desconocemos la identidad de los dos acompañantes de Tito, pero existe una cierta probabilidad de que

uno de ellos fuera Lucas. Así lo identificó - aunque no

sobre base muy firme - Orígenes en el pasado (Eusebio,

 

Hist. Eclesiástica, VI, 25, 6). A favor de esta misma

tesis, defendida de manera brillante, se ha mostrado ya

en nuestro siglo A. Souter, “A Suggested Relationship

between Titus and Luke” en ”Expository Times”, 18, 1906-7,

p. 285 e Idem, “The Relationship between Titus and Luke”

en ”Ibidem”, pgs. 335 ss.

 

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