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Miércoles, 13 de Noviembre de 2024

Pablo, el judío de Tarso (XI): Damasco (II): En el camino de Damasco

Domingo, 22 de Enero de 2017

La persecución desencadenada contra los seguidores de Jesús afincados en Jerusalén – en la que participó Saulo - provocó una lógica dispersión. Por el libro de los Hechos sabemos que una parte de los discípulos se dirigió hacia la costa (Hechos 8, 26 ss) e incluso hacia Samaria estableciendo nuevas comunidades (Hechos 8, 4 ss).

Uno de esos grupos – el que se había refugiado en Damasco - se convirtió en el objetivo primero de Saulo que se dirigió hacia la ciudad para apoderarse de ellos y conducirlos a Jerusalén donde serían juzgados por el sumo sacerdote.

Precisamente yendo de camino hacia la ciudad, Saulo tuvo una experiencia que cambió totalmente su visión y de la que no resulta exagerado decir que constituye uno de los acontecimientos más relevantes de la Historia universal. El episodio ha sido relatado en la fuente lucana de la siguiente manera:

 

3 Y yendo por el camino, aconteció que cuando se acercaba a Damasco, súbitamente se vio rodeado por un resplandor de luz procedente del cielo; 4 Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5 Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y él dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues: dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 6 El, temblando y temeroso, dijo: ¿Señor, qué quieres que haga? Y el Señor le dice: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. 7 Y los hombres que iban con Saulo, se detuvieron atónitos, pues ciertamente oían la voz, pero no veían a nadie. 8 Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie: de manera que, llevándole por la mano, le condujeron a Damasco.

(Hechos 9, 3-8)

 

El relato recogido por Lucas en los Hechos aparece confirmado por Pablo en textos posteriores. En I Corintios 9, 1, por ejemplo, insiste en que “ha visto a Jesús, nuestro Señor”; y en I Corintios 15, 8 comenta cómo el mesías resucitado se le apareció cuando era un simple incrédulo, aún más un enemigo. De hecho, como tendremos ocasión de ver, la referencia a esa aparición de Jesús formó parte nada desdeñable de su predicación. No resulta extraño.

Por lo que relata Lucas, cuando Saulo fue objeto de la visión no tuvo duda alguna de que se trataba de una teofanía, de una aparición del propio Dios, del Señor que se había manifestado en la Historia de Israel. Abrumado por esa luz cegadora – una luz que años después Pablo relacionaría con ese Dios único revelado a Israel (I Timoteo 6, 16) – el sobrecogido Saulo preguntó quién era el que le salía al encuentro. La pregunta tiene resonancias en el Antiguo Testamento[1] y tan sólo corrobora nuestro punto de vista de que Saulo estaba seguro de hallarse ante el propio Dios. La respuesta que recibió debió por ello resultarle terrible. El Señor – Adonai – que le salía al encuentro era Jesús, al que perseguía en las personas de sus seguidores. En otras palabras, Jesús no era el blasfemo, el mesías falso, el ejecutado justamente, el maldito por colgar de un madero. Era Aquel que se había manifestado a Israel a lo largo de los siglos y que ahora se presentaba ante Saulo [2]. Por supuesto, el fariseo podía empeñarse en no querer verlo, pero ¿qué bien se obtiene dando coces contra un aguijón?

La experiencia de Saulo se convertía así en un paralelo de otras experiencias de cercanía con el único Dios propias de la Historia del judaísmo y que aparecen descritas en la Biblia y fuera de ella. Textos como el de Ezequiel 1, Daniel 7 o Éxodo 24 se refieren a teofanías de este tipo, pero hallamos lo mismo en las especulaciones del filósofo judío Filón sobre el Logos o en el libro de los Jubileos o en la literatura enóquica. La gran diferencia era que ese personaje divino era el mismo Jesús crucificado y ahora de vuelta de entre los muertos. Que Saulo capitulara espiritualmente en ese momento, abrumado por la experiencia que atravesaba, y preguntara qué debía hacer no resulta extraño, sino lógico. La respuesta que recibió fue que prosiguiera su camino hacia Damasco donde se le diría.

Los intentos para explicar la experiencia de Saulo en el camino de Damasco no han sido – y resulta lógico – escasos. Debe también decirse que resultan inadecuados para abarcar la experiencia del joven fariseo. Sí puede afirmarse – y es lo más importante desde el punto de vista de la investigación histórica y no de la especulación - que Pablo creyó durante toda su vida en ella, que experimentó un cambio de vida radical y que ésta giró en el futuro en torno a lo sucedido a pesar de los riesgos inmensos ligados a ese cambio de vida.

 

CONTINUARÁ

[1] Por ejemplo en Moisés (Exodo 3, 10 ss) que pregunta a Dios – sabiendo qué es Él – quién es y cómo se llama.

[2] En el mismo sentido, ha interpretado el episodio el autor judío A. Segal, Paul, the Convert, New Haven, 1990, pp. 34 ss.

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