A esas alturas, lo que había quedado de manifiesto era que su teología que afirmaba la justificación por la fe sin obras era la correcta y no la que defendían aquellos que atribuían la justificación a las obras. Sin embargo, la gente que acompañaría a Pablo en lo que se ha denominado convencionalmente el segundo viaje misionero iba a ser distinta. La fuente lucana lo refiere de la siguiente manera:
35 Y Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos. 36 Y después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos á visitar a los hermanos de todas las ciudades en las que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están. 37 Y Bernabé quería que llevasen con ellos a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos; 38 Pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había separado de ellos en Panfilia, y no había seguido con ellos en la obra. 39 De manera que se produjo un desacuerdo tal entre ellos, que se separaron y mientras que Bernabé, tomando a Marcos, navegó hacia Chipre 40 Pablo eligiendo a Silas, partió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor. 41 Y recorrió Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.
(Hechos 15, 35-41)
El inicio del segundo viaje misionero implicó, en primer lugar, la separación de Pablo y Bernabé. Convertido antes a la fe de Jesús y miembro relevante de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén, Bernabé había sido un persona más relevante que Pablo durante años. Cuando dio inicio el viaje de evangelización de los gentiles, el destino escogido fue Chipre, su tierra natal. Después la fuente lucana lo menciona siempre antes que a Pablo indicando su mayor importancia. Semejante prelación desaparece al término del viaje, tras el establecimiento de las iglesias de Galacia. A esas alturas, para Lucas resultaba obvio que Pablo era el personaje de más talla. La conclusión no era errónea porque cuando Bernabé pretendió que llevaran como colaborador a Juan Marcos, Pablo se opuso alegando – no sin razón – que el muchacho ya los había abandonado en el viaje anterior. En la discusión que siguió, Bernabé no logró imponer su criterio y Pablo no estaba dispuesto a doblegarse. Por el contrario, optaron por separarse y ahora Pablo decidió llevar consigo a colaboradores nuevos y de su confianza. En este caso, se trataba de Silas al que volveremos a encontrarnos en los años siguientes.
El itinerario seguido por los dos es relativamente fácil de reconstruir. Se dirigieron al norte a través de la Alejandría de Siria, la moderna Iskenderun, y dirigiéndose después hacia occidente hasta entrar en Cilicia. Una vez allí debieron tomar el camino que pasaba por Mopsuestia, Adana y Tarso. Desde esta ciudad torcieron al norte y cruzaron el Taurus por las Puertas cilicias que permitían pasar de Cilicia a Capadocia. Torciendo hacia occidente, siguieron una calzada romana que les llevó hasta el territorio del rey Antíoco, aliado de Roma y desde allí llegaron a Derbe. Se trataba del punto más oriental alcanzado por Pablo y Bernabé cuando atravesaron el sur de Galacia desde la dirección opuesta.
Desde Derbe Pablo y Silas llegaron a Listra, que, al igual que Derbe, era uno de los escenarios de su actividad misionera anterior (Hechos 16, 1). En esta localidad se encontraba un discípulo llamado Timoteo. El joven procedía de una familia mixta. Su madre era judía - y por lo que refiere la fuente lucana y contaría tiempo después Pablo – y muy piadosa (Hechos 16, 1; II Timoteo 1, 5 ss; 3, 14 ss). Sin embargo, se había casado con un gentil y el niño, a pesar de haber recibido una educación judía, no había sido circuncidado. Es muy posible que cuando se convirtió al Evangelio, fuera un temeroso de Dios y acudiera puntualmente a la sinagoga. Los hermanos de Listra y de Iconio tenían un excelente concepto de él, tanto que Pablo concibió la idea de convertirlo en uno de sus colaboradores (Hechos 16, 2-3). Sin embargo, existía el riesgo de que los judíos no estuvieran dispuestos a escuchar a un gentil. Precisamente por ello, “Pablo….le circuncidó por causa de los judíos que estaban en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego”. (Hechos 16, 3).
El episodio resulta bien revelador de la manera en la que Pablo procuraba evitar cualquier obstáculo a la predicación del Evangelio. La circuncisión le resultaba intolerable como una obligación para los gentiles que además pudiera ser interpretada como una afirmación de que la salvación era por obras. Ésa había sido su posición en la carta dirigida a las comunidades de Galacia y también en el curso del denominado concilio de Jerusalén. Sin embargo, estaba dispuesto a realizar concesiones si eran precisamente eso, no obligaciones, sino cesiones para que el Evangelio fuera aceptado con más facilidad. A decir verdad, el principio seguido por Pablo era el mismo que hemos observado en el concilio de Jerusalén y que, dicho sea de paso, continuaremos viendo a lo largo de su carrera apostólica. Determinadas prohibiciones no podían ser aceptadas como preceptos de carácter general, pero sí como renuncias voluntarias acometidas para evitar el poner tropiezos a las personas a las que se iba a comunicar el Evangelio. Si en Jerusalén se había decidido que los gentiles debían evitar cierto tipo de matrimonios co-sanguíneos y algunos alimentos para evitar que los judíos los contemplaran con resquemor, Pablo podía ahora disponer la circuncisión de Timoteo apelando al mismo criterio. Al respecto, no deja de ser significativo que uno de los cometidos que Pablo adoptó al pasar por las ciudades donde había iglesias establecidas por él fue el de comunicarle las decisiones adoptadas por el concilio de Jerusalén (Hechos 16, 4). Se trataba únicamente de los prolegómenos.
CONTINUARÁ