Solucionada esa cuestión, persistía, sin embargo, el problema de la continuidad del programa. ¿Debíamos rendirnos o intentar mantenerlo? Decidimos seguir luchando. Así, en nuestra voluntad de mantener el programa – que comenzará, Dios mediante, a emitirse al completo el 26 de este mes de octubre – empezamos a dar los primeros pasos.
El resultado de nuestra resolución no ha podido ser hasta ahora más positivo. Todos los colaboradores sin excepción – Sagrario Fernández Prieto, Pilar Muñoz y Roberto Centeno - me comunicaron su voluntad de seguir en el programa convencidos de que mi actitud era la adecuada. Miquel Rosselló, paciente y concienzudo webmaster, se expresó en los mismos términos. Apenas unos días después, Isaac Jiménez – al que yo llevaba tentando infructuosamente desde hacía tiempo – se sumó a La Voz como más-que-productor porque, como saben los que lo conocen, posee una mente privilegiada. Enseguida encontramos una subdirectora que oportunamente les presentaremos… y sólo persistía el problema que dio origen al crowdfunding: la necesidad de financiación. Hemos decidido abordar esa situación poniendo en marcha un nuevo crowdfunding.
Como medida previa, escribimos a la gente que había donado para el primero a fin de que indicara si deseaba que sus donaciones anteriores les fueran devueltas o que se destinaran a un nuevo crowdfunding. Hasta el momento, sólo dos donantes han expresado su deseo de que el dinero les sea reintegrado y así se lo hemos comunicado a la empresa de crowdfunding para que actúe en consecuencia. El resto de los que se han puesto en contacto con nosotros han sido extraordinariamente claros a la hora de expresar sus deseos.
En primer lugar, han señalado que deseaban que el dinero se orientara hacia el nuevo crowdfunding e incluso en numerosas ocasiones se han manifestado favorables a realizar una nueva donación si fuera necesario o, habiendo recibido ya la cantidad de vuelta, han preguntado cómo podrían donarla de nuevo.
En segundo lugar, han repetido de manera contundente y casi me atrevería a decir que machacona que jamás dieron un solo euro con la idea de que fuera a parar a una finalidad distinta de pagar a los colaboradores de La Voz – es decir, los encargados de las secciones de psicología, economía, literatura y gramática - dando lo mismo si se trataba de que esa finalidad fuera el mantenimiento de una radio, la ayuda a una ONG o una obra en África. De que así había sido no tenía yo la menor duda, pero, de haberla tenido alguien, no ha podido quedar disipada con mayor claridad y energía por ustedes. Ni una sola persona – ni una sola – ha expresado la voluntad de canalizar su donativo a otro fin o a otra entidad. Otros podrán decir lo que quieran, pero ustedes no han podido expresarse de manera más transparente y luminosa. Exactamente, como anuncié desde el principio.
En tercer lugar – y para mi es lo más importante – los mensajes enviados por ustedes han estado rezumantes de sentimientos positivos como la gratitud, el entusiasmo, la bondad, la solidaridad, la generosidad, la simpatía o – me atreveré a decirlo – incluso el amor. Han logrado ustedes conmoverme con tantas de esas expresiones repetidas y más que inmerecidas relativas a la manera en que escuchan el programa y lo valoran, o a la forma en que llevan siguiendo mis libros y programas desde hace años, o al afecto con que donaron hasta las cantidades más pequeñas. No he podido evitar que se me humedecieran los ojos al ver cómo pedían disculpas - ¡por Dios! ¿por qué? – por no haber podido dar más; cómo señalaban su condición de parados y jubilados como atenuante - ¿de qué? – por haber donado solo una vez o cómo manifestaban su confianza en un proyecto que se sustenta sólo en ustedes aunque no siempre estuvieran de acuerdo - ¿por qué iban a estarlo? – con todas las opiniones mías o de mis colaboradores.
No se trata sólo de la reacción que han provocado en mi. Isaac Jiménez, el genial productor de esta nueva temporada de La Voz, me llamó profundamente conmovido para preguntarme si estaba leyendo sus mensajes. También él se sentía afectado en lo más hondo por la calidad humana que se desprendía de ellos. Le respondí, con un nudo en la garganta, que aquellos emails eran una demostración de que no andaba yo tan desencaminado al interesarme cada vez más en las personas y menos en las entidades por muy nobles que puedan anunciarse sus fines.
Las personas sufren, padecen, ríen, aman, lloran y, sobre todo, sienten. Con las diferencias que se puedan alegar, son, a fin de cuentas, carne como mi carne y sangre como mi sangre y sus vidas y sus quehaceres cotidianos me interesan porque, con los matices que se quieran señalar, son similares a los míos. En cuanto a las entidades… son capaces de hablarte de la inmensa humildad de un sujeto que vive en un palacio de quinientas habitaciones, de tener una contabilidad más opaca que las tinieblas del Hades o de pretender quedarse con la mitad de lo donado en un crowdfunding, generalmente, apelando a los más peregrinos razonamientos.
Yo sigo creyendo en personas como ustedes - no son tantas, debo reconocerlo – que aún aman a su nación, que desean conocer la verdad aunque sea dura, que se preocupan por otros que sufren y sienten como ellos, que desean un porvenir mejor para ellas y sus hijos, que se resisten ante el dominio de la pasividad, de la grosería, de la falta de integridad. Muchas veces no se conocen entre ustedes, pero están mucho más cerca de lo que se pueden imaginar cómo, por ejemplo, ha puesto de manifiesto el reciente campus literario. Sigo creyendo en esas personas aunque, por el contrario, hace mucho que dejé de creer en entidades que, a la primera de cambio, actúan de manera totalmente distinta a lo que proclaman y me da lo mismo si su contenido es político, sindical, religioso o dedicado a la pesca fluvial.
Es a gente como ustedes a las que apelo para llevar a cabo este segundo crowdfunding que sólo contará con un plazo de dos meses - y no tres como en el anterior – para llevarse a cabo. Confío en que, una vez más y en menos tiempo, volveremos a repetir lo que logramos hace unos meses y en que esta vez, gracias a Dios, lo conseguiremos además sin entidades colaboradoras ni sorpresas desagradables. Lo que está en juego es el derecho a la libertad de expresión, el derecho a ser informado con veracidad, el derecho a unos medios de comunicación realmente independientes. En otras palabras, la defensa de la Verdad y de la libertad. Una vez, más cuento con ustedes para esa tarea. Una vez, más sé que al menos trescientos responderán positivamente. Una vez más, Dios mediante, volveremos, juntos, a hacer Historia. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!