Es más: sólo si se alarga la lista a las primeras quinientas tenemos 3 en la relación. Con las excepciones y matices que se quiera, estas cifras indican que la universidad española es tercermundista. No sólo es que Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia - ¡hasta Italia! – nos pueden mirar por encima del hombro sino que además lo hacen naciones mucho más pequeñas como Noruega y, por supuesto, las asiáticas como China, Singapur o Japón. Hasta Oceanía nos da sopas con hondas. Imagino que no faltará el troll de turno que dirá que esto es una ofensa contra la dignidad nacional y que sólo sé hablar de lo malo. Pues no. A diferencia de los millones que viven a costa de España como parásitos diversos, a mi España me duele y no la contemplo como la bestia a la que chupar la sangre. Cuestión aparte es que, como tantos otros a lo largo de los siglos, no te quede más salida que el exilio siquiera para salvar la vida. Ésta, que la otra ya está salvada hace mucho.
En Tsinghua sólo entran los mejores. Para serlo, desde niños sus padres los llevan en excursiones por el campus recordándoles su obligación y que si no están a la altura de lo que esperan de ellos causarán deshonor a la familia. Por supuesto, lo importantes es el buen profesorado – y no que el profesorado tenga casas espléndidas a costa del contribuyente – y el proceso de selección es riguroso no como en España donde todos sabemos que una jaculatoria o un carnet convierten a un tonto ignorante en catedrático y no me obliguen a dar nombres. De hecho, el sistema universitario español es tan malo que ni siquiera hay garantía de una calidad semejante a la norteamericana, la británica o la china acudiendo a la privada. Algo mejor es y algo más ayuda a encontrar trabajo, pero… Los estudiantes aquí irán en bici, pasarán escaseces, no sabrán lo que es el botellón – nadie lo sabe en China – y no colgarán carteles ni ensuciarán las paredes con pintadas. Sus profesores tampoco estarán organizando la revolución o la salvación del mundo. Quizá por todo eso se trata de una excelente universidad y en España no podemos decir eso de un solo establecimiento. Y ahora lancen algunos sus invectivas de soberbia ciega y herida diciendo que no apreciamos lo nuestro. Sigan en la autocomplacencia que durante siglos fue religiosa y ahora es religiosa y política. El resultado innegable es que no hay una sola universidad española entre las 150 primeras del mundo y, previsiblemente, mientras la soberbia sea el pecado capital de los españoles – por encima de la envidia que ya es decir – nunca la habrá. Y la próxima vez les contaré más cosas del Tíbet a la vez que espero que hayamos llegado a la meta del crowdfunding y hecho Historia de la radio. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!