Parece que el texto resulta bastante claro aunque le resulte una piedra en el zapato a los impulsores de la ideología de género, una ideología que cuanto más enseña la patita más totalitaria, liberticida y degenerada se muestra. Quizá para gente que, como cierta alta carga, cree que a los hombres hay que sodomizarlos y que el lesbianismo es la única manifestación de sexualidad natural el artículo 155 sea un espanto. Quizá para gente que tolera todo lo intolerable si lo impulsan los nacionalistas catalanes, pero se muestra abiertamente despectiva hacia la legalidad cuando se cruza por su camino ese artículo 155 deba ser pisoteado. Quizá para gente que no sabe de nada salvo de brujulear en las cloacas del poder el artículo 155 sea ignorado. Quizá, pero hay que cumplirlo. Ese cumplimiento implica que son los padres y no los politicastros de turno ni los que se benefician de las subvenciones ni los colectivos gays los que marcan lo que deben hacer los hijos. Ese cumplimiento implica que los padres tienen todo el derecho del mundo – así lo reconocen distintos instrumentos del derecho internacional – a exigir que la educación que se dispensa a sus hijos no vaya contra sus principios. Ese cumplimiento implica que no sólo tienen el derecho sino la obligación de impedir el adoctrinamiento de sus hijos como si fueras ovejas de las Juventudes hitlerianas o del Komsomol. Partiendo de ahí – y se podrían sumar multitud de puntos de partida – el pin parental no sólo es una opción. Es LA opción para cualquier padre que conserve un mínimo de responsabilidad hacia sus hijos. También es una piedra de toque de los políticos españoles. En Madrid y en Andalucía – regiones ambas donde es bochornoso el grado de imposición escolar de la ideología de género - están ya perdiendo el tiempo en no impulsarlo. Porque – pongamos las cosas claras – o se está con la defensa de la libertad o se está en convertir a España en un protectorado de poderes internacionales.