Sin embargo, también hay otra gente que procede de cualquier continente. El día anterior, había venido a visitarme un militar español y éste quedé a cenar con una exiliada de una dictadura hispanoamericana. Por razones que no termino de saber, pero que intuyo, no decidió como tantos otros – cubanos, venezolanos, ecuatorianos, bolivianos… - asentarse en Estados Unidos sino en Francia. Me cuenta que la Francia en la que encontró refugio hace treinta años ya no es la misma. Macron, según me dice, es un inútil poseído de si mismo, pero, con todo, lo peor es la presencia del islam. En el mismo París, hay barriadas donde los seguidores del profeta Mahoma controlan calle tras calle y continuamente interrumpen el tráfico para rezar en la vía pública y así dejar de manifiesto que son ellos los que controlan la situación. Ella ha tenido que sufrir en la calle como la escupían mientras la llamaban “sale juive” (sucia judía). Ciertamente, no tiene nada de judía, pero sí es verdad que sus rasgos podrían recordar a los de una judía del este de Europa. Podrían ser los de una marciana porque ¿qué derecho tiene nadie a escupir a un ser humano porque sea judío, heterosexual o cristiano? Me confirma lo que llevo contando varias temporadas en el programa de La Voz, que el avance del islam en Europa es imparable, que no se puede decir una sola palabra sin que te caigan encima las reacciones de los que sujetan los resortes del poder, que los medios de comunicación son esenciales a la hora de ocultar la realidad a los ciudadanos y que los propios políticos están ayudando de manera directa a ese desastre que, igual que yo, ve acelerado en los últimos tiempos.
Junto a ese panorama, mi amiga me cuenta que en España donde hizo ganar millones a alguna editorial - a la que yo también proporcioné beneficios similares - está vetada. Un día, me cuenta que esa editorial decidió que no volvería a publicar una línea en la piel del toro. Le digo que es mi misma experiencia e incluso le comento como, en el curso de una reunión, importantísima figura del mundo editorial español se jactó de que yo no volvería a publicar nada en España hasta que “aprendiera la lección”. Es obvio que la inquisición es una constante en la Historia de España aunque, ahora, suele ser secreta y golpea sin que, muchas veces, se sepa qué sicario dio la puñalada.
Ninguno de los dos nos manifestamos optimistas sobre el futuro de Europa, en general, y de España, en particular. Mi amiga me pregunta por VOX. Le respondo con pesar que, tal y como está diseñado el sistema, no tiene muchas posibilidades y que lo peor es que del parlamento están ausentes millones de españoles y, en especial, aquellos que desearían que su nación sobreviva por encima de los intereses de camarillas nacionales y extranjeras.
Al final, no puedo sino animarla para que se venga a Estados Unidos. La derrota de Hillary Clinton ha frenado una parte de la agenda globalista para unos años y, en cualquier caso, Estados Unidos va una generación por detrás del desplome europeo. No, posiblemente, no más, pero a ciertas edades se desea sosiego al final de la vida más que emociones fuertes.
Si triunfa la agenda globalista – y nada me hace pensar que en España y en buena parte de Europa vaya a ser resistida – el islam marcará lo que hay que pensar, hacer o hablar a turbas de europeos envejecidos y amedrentados. Para entonces, las libertades serán una ficción gracias a aquellos que han ido sacando del mercado a las voces críticas – como la de mi compañera de cena y el que esto escribe – a la colaboración de los medios de comunicación, a la acción de la ideología de género y a la manera en que las leyes se han modificado para que no se pueda decir ni pío en contra del pensamiento políticamente correcto.
A la mañana siguiente, mi amiga me dice que tiene casi decidido venirse a vivir a América. No sé si lo hará al final. En cualquier caso, la comida fue buena.