Había optado por la segunda opción. Totalmente apesadumbrado por lo que acababa de contarme, me apresuré a llamar a otra amiga – ésta tiene un título de ingeniería y también es una excelente profesional – para compartir con ella las tristes cuitas de la persona con la que acababa de hablar. Con una sonrisa amarga, desplazó la pantalla de Skype y me mostró cómo aguantaba en el interior de su casa gracias a un par de jerseys y una manta que le envolvía las piernas. La primera persona está cerca de la edad de una miserable jubilación; la segunda se encuentra a mediados de la década de los cincuenta y padece una minusvalía que el actual gobierno va dilatando el reconocer porque hay dinero público para los golpistas catalanes y la secta de la ideología de género, pero no para la gente necesitada.
Me consta que la situación de estas dos personas es la de millones de españoles. Por eso precisamente me llama la atención cómo en las últimas semanas no pocos se dedican a anunciar un cercano descalabro del PP atribuyéndolo a la trayectoria brillante de Ciudadanos. Que Ciudadanos ha sabido manejar la inacabada crisis catalana mejor que Rajoy es cuestión sobre la que no abrigo dudas, pero el desgaste del PP no se encuentra en Albert Rivera sino en sus propias decisiones. Desde su llegada al poder, no ha dejado de subir los impuestos, de endeudar a la nación y de practicar una política tributaria que ha empobrecido gravemente a millones de españoles. Esa Agencia tributaria que pierde más del cincuenta y uno por ciento de las causas que llegan a los tribunales y frente a la cual va a defender a Ronaldo nada menos que el despacho que en su día fundó Montoro ha llevado a la miseria más terrible y literal a ejércitos de contribuyentes. A fin de cuentas, es el instrumento para obtener los recursos destinados a unas administraciones públicas que han gastado más con Rajoy y con Montoro que con cualquier gobierno anterior. Tras las macrocifras maquilladas, el PP ya sólo tiene un respaldo mayoritario – y tampoco espectacular – entre los jubilados que esperan cobrar su pensión, esa pensión de la que viven no pocos parientes desempleados y que ha ido perdido poder adquisitivo de manera inexorable. Porque la crisis del PP no deriva de Ciudadanos sino de los millones de españoles arruinados en los últimos cinco años, esos que tienen que escoger entre tiritar en casa por el frío o no comer.