Por un artículo que veo en Religión en libertad titulado “Elogio de Federico pese a quien pese” me he enterado de que algún clérigo sobre cuyo nombre no quiero ni especular ha arremetido contra la iniciativa de dar de comer a los necesitados recurriendo a especiosos argumentos que demuestran que ni sabe lo que es la caridad ni lo que es la justicia ni siquiera, seguramente, donde tiene la mano derecha. Bueno, tampoco debería sorprendernos si tenemos en cuenta que a Jesús lo detuvieron las autoridades del Templo de Jerusalén, lo acusaron testigos falsos y lo condenó el Sanhedrín. Eso sí, cuando fueron a entregarlo a Pilato procuraron no pisar la casa por eso de no contaminarse ritualmente y tener que dejar de celebrar la festividad de la Pascua (Juan 18, 28).
A mi esas situaciones me provocan una tristeza indescriptible porque estoy convencido de que ante proyectos como el impulsado por Federico la única salida noble es ayudar y más si se ha sido incapaz de hacer algo semejante. Me temo, sin embargo, que en estos momentos más de uno y más de dos se encuentra más entregado a la conspiración de primavera contra Federico, ésa que se produce todos los años y que va acompañada de anuncios de su salida, que hacer algo que redunde en bien del prójimo. A todo eso, no digo yo que algún año no puedan lograr que Federico abandone la COPE – y de paso yo le acompañe en la salida – pero con la crisis económica que atravesamos, la marcha de Federico sería condenar a la cadena a sufrir el mismo destino aciago que experimentó en su momento el diario Ya. En otras palabras, los que sueñan con el final de los días de Federico en la COPE se agrupan en las filas de los ambiciosos que, deseosos de una poltrona, no reparan en los centenares de familias que pueden acabar en la calle; o en las de los que están dispuestos a cobrar tan lucido servicio a las más diversas instancias políticas o en las de los que militan abiertamente entre los seguidores de ZP y los diversos nacionalismos. Naturalmente, también se pueden añadir grupos como los envidiosos o los tontos de capirote que no son en absoluto incompatibles con los ya mencionados. De todas formas, se trata de colectivos todos ellos tan poco recomendables que sólo por eso – y sobran los argumentos añadidos – bastarían para desear que Federico no acepte las ofertas de otro grupo mediático y abandone la COPE.
Pero si les molesta que los necesitados coman gracias a las acciones de Federico, ¿cómo les va a importar la labor de COPE y el futuro de sus trabajadores?.