En un Oriente próximo sumido en el desorden, Erdogan creyó ver – y no era difícil que lo pensara – una zona de fácil expansión. Que, en un momento dado, Erdogan mantuvo amistades peligrosas con ISIS no parece que pueda discutirse a día de hoy. Que además ha sabido aprovechar la crisis de los refugiados para obtener concesiones de la Unión Europea no tiene vuelta de hoja. Que además intentó aprovechar la pertenencia a la NATO para golpear a Rusia, la única potencia que, durante mucho tiempo, machacó en exclusiva a ISIS, es irrefutable. Incluso es innegable que empeoró las relaciones con Israel únicamente para poder presentarse como un paladín del islam. Sin embargo, no todo lo ha ido saliendo bien a Erdogan. Primero, la NATO se negó a respaldar la agresión turca contra Rusia. Una cosa es tener un cuchillo apuntado a la garganta de Rusia y así justificar injustificables presupuestos militares y otra, bien distinta, entrar en una guerra abierta. Luego las informaciones que mostraban su relación con ISIS se fue convirtiendo en imposible de ocultar. Sin embargo, Erdogan se negó a mantenerse en la posición de mero peón y, en los últimos meses, ha comenzado a dar pasos llamativos. Primero, se reconcilió con la Rusia con la que había soñado en enfrentarse respaldado por la NATO; luego, volvió a abrazarse con Israel. Erdogan seguía actuando políticamente con una independencia llamativa y entonces vino el golpe.
A día de hoy, los medios, las instituciones e incluso una sección importante de la sociedad de Turquía lo atribuyen a la acción directa de Estados Unidos. Según esta versión, la Casa Blanca habría deseado librarse de un político molesto y para ello habría recurrido al instrumento habitual en este tipo de operaciones, es decir, a las Fuerzas armadas del país, previamente instruidas. Por añadidura, la cabeza visible del golpe triunfante habría sido un exiliado en Estados Unidos.
Sin embargo, de ser cierta esta versión, como en tantas ocasiones anteriores, el golpe habría fracasado. El exceso de confianza, el menosprecio del peso real de Erdogan, la simple incompetencia habrían provocado un fracaso clamoroso, fracaso que, por añadidura, está siendo aprovechado por el presidente turco para llevar a cabo una purga que coloca en sus manos todo el poder Si esta tesis – difundida cada vez por más medios y confirmada, siquiera indirectamente, por algún general norteamericano – se corresponde con la verdad resulta casi baladí. La realidad es que Erdogan la está utilizando para dar un viraje en su política exterior hasta ahora encaminada a aprovechar su papel en la NATO y a entrar en la Unión Europea. De momento, el objetivo fundamental es restañar las heridas con Israel, mirar hacia Oriente y llevarse a las mil maravillas con la Rusia a la que agredió injustificadamente hace unos meses y que, por cierto, ha recibido en los últimos tiempos la visita de diputados franceses que han expresado su voluntad de no seguir apoyando a los corruptos nacionalistas ucranianos. ¡¡¡Como estarán las cosas que incluso un ministro turco ha aparecido en público reconiendo que dio la orden de derribar al avión ruso sin razón alguna!!! La política es así aunque algunos parece que no aprenden nunca. La realidad, sin embargo, es que los errores en política internacional siempre salen caros y el no haber sabido aquilatar lo que significa Erdogan no iba a ser una excepción. De momento, en el Mediterráneo oriental se ha abierto un boquete de no pequeñas dimensiones. Por pura torpeza. Por evitable torpeza.