A pesar de todo, sufre tres problemas de enorme relevancia. El primero es la existencia de pandillas de delincuentes juveniles – las denominadas maras – que extorsionan y matan sin apenas control. Que se puede acabar con ellas mediante la simple acción ciudadana lo ha dejado de manifiesto la Asociación para una Sociedad más justa que logró, por ejemplo, que la tasa de homicidios de una población descendiera de trescientos cincuenta y cuatro hasta siete en tan sólo un año. Menos claro es que el gobierno esté dispuesto a seguir ese camino. El segundo es la corrupción. Es cierto que, comparada con la existente en España y no digamos en Cataluña, la hondureña es meramente artesanal, pero no por eso deja de constituir una lacra relevante. Finalmente, el tercero es la presencia creciente del narcotráfico. Que éste ya se haya insertado en el organigrama político y administrativo lleva a pensar que Honduras puede acabar convertida en una especie de Colombia centro-americana con todas las consecuencias nefastas que de esa circunstancia pueden derivarse. No sorprende que un número considerable de los niños que están llegando a las fronteras de Estados Unidos intentando entrar procedan de este país. Sin embargo, Honduras podría enfrentarse con estas situaciones de existir voluntad política. Mencionaba antes a la Asociación para una Sociedad más justa (ASJ) que lleva a cabo una labor encomiable en áreas como la seguridad, la educación infantil, la supervisión de la legalidad en áreas campesinas o la investigación y denuncia de la corrupción. Su actividad constituye un ejemplo de que es posible combatir el mal, cuestión aparte es si lo hará el actual presidente que, de momento, y, tras enunciar algunos buenos propósitos, ya ha comenzado a hablar de subir los impuestos como vía para garantizar el bienestar social. Esperemos que no siga ese rumbo porque una nación que aumenta su gasto público, incrementa su deuda y sube los impuestos, digan lo que digan sus políticos, se halla situada en el camino de la ruina.