Pero si se era católico uno estaba inserto en un engranaje social y folklórico que casi sólo tenía beneficios. También hay que decir que salirse de la noria, era, como mínimo, complicado. Separarse, que los niños no se bautizaran o hicieran la primera comunión, no casarse por la iglesia, tenía unas repercusiones tan onerosas que había que estar muy convencido – incluso tener espíritu de mártir – como para asumir el riesgo. Los bancos podían tener contablidad B, pero echaban a un empleado que se separara o que llevara el pelo largo. Funcionarios sólo podían ser los católicos o los dispuestos a fingirlo. Si hoy en día, se volviera a esa disposición, estoy convencido de que asistiríamos a una recatolización de España verdaderamente espectacular.
Eso se acabó. Es cierto que todavía siendo un ceporro puede que te den un puesto de trabajo porque perteneces a tal o cuál movimiento apostólico, pero también hay gente que puede pasar las de Caín como se sepa que cree en algo, sea lo que sea.
Por supuesto, en otros países es mucho peor. Como me contó Germán Yanke en cierta ocasión,en alguna nación musulmana, un fraile le había relatado que, afortunadamente, no se habían dado conversiones al catolicismo porque, en tal caso, lo mismo los hubieran degollado a todos. Ahí está la clave de las declaraciones de algún personaje anunciando que el islam es una religión de paz. Como durante el Holocausto, la Santa Sede opta por el silencio convencida de que es un mal menor en comparación con la que podrían caerle a su clero en ciertos lugares. No comparto ese punto de vista, pero no me cuesta comprenderlo.
De nuevo, y salvando distancias, sólo los dispuestos a enfrentarse a todo dan tesatimonio en la mayoría de los países islámicos. En ocasiones, como Argelia, las conversiones son numerosas y espectaculares – es el caso de las iglesias evangélicas – pero no faltan las torturas, las ejecuciones y las proscripciones. Ser cristiano – aunque algunos no consigan adaptarse – es difícil.
He escogido hoy para ilustrarlo un caso con menos dramatismo que en las naciones musulmanas, pero apenas conocido. Me refiero al de los judíos mesiánicos en Israel, es decir, aquellos judíos convencidos de que Jesús es el mesías. Su situación no es fácil, pero con todas sus limitaciones, unas cuantas decenas de miles se han mantenido fieles desde la fundación del estado de Israel. Y es que las verdades oficiales en las democracias pueden resultar dolorosamente intolerantes. Al final, que nadie se engañe: el que quiera seguir a Jesús debe estar dispuesto a sufrir la vergüenza e incluso la muerte, como sucedía con los condenados a la cruz. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí esta el reportaje breve