Hagel ha sido siempre, desde muchos puntos de vista, un republicano clásico, es decir, de los anteriores a la era de Bush hijo. Pudo no ir a Vietnam dado que era estudiante universitario, pero se presentó voluntario y de la guerra – donde alcanzó el grado de sargento – se trajo dos corazones púrpura entre otras condecoraciones. Demostró un especial talento para el mundo de la empresa y de ahí dio el salto a la política con un programa clásicamente republicano: impuestos bajos, fe en el libre mercado, defensa de los valores familiares y prudencia en política internacional. El lobby gay le tenía declarada la guerra, pero también el denominado lobby pro-Israel que es diferente de los lobbies judíos. Hagel no tuvo empacho en decir que no era “senador de Israel sino senador de los Estados Unidos”, pero, con todo y con abogar por la existencia de un estado palestino, mantuvo el respeto de los lobbies judíos entre los que tuvo grandes defensores y también del estado de Israel al ser considerado un hombre ecuánime y un amigo sincero. Hagel apoyó la Patriot Act, pero sólo por un tiempo determinado de tal manera que no erosionara el cuadro de libertades. No menos contundente fue al pronunciarse en contra de la guerra de Irak a la que definió en un libro publicado hace pocos años como uno de los cinco mayores fracasos de la Historia de Estados Unidos. Siempre estuvo convencido de que Afganistán e Irak podían convertirse en algo mucho peor que Vietnam y que la presencia militar en esa área del globo iba directamente en contra de los intereses nacionales de Estados Unidos. También insistía con firmeza – se supone que los republicanos odian el gasto público injustificado – en que había que reducir el presupuesto militar y amoldarlo a las verdaderas necesidades. Obama lo nombró secretario de defensa porque deseaba dar una imagen de colaboración con el partido republicano y necesitaba salir de Afganistán. Finalmente, el presidente – que ha bombardeado siete naciones en cinco años – no ha podido soportar la visión independiente y notablemente certera de un Hagel partidario de salir del avispero de Oriente Medio y de centrarse en los problemas nacionales. Con seguridad, no es una pérdida sólo para Estados Unidos sino para el mundo.