Sin embargo, desde otros puntos de vista, el confinamiento ha demostrado una inmensa utilidad. Por ejemplo, ha permitido que el gobierno avanzara en su sometimiento lacayuno a la agenda globalista en áreas como la implantación de la eutanasia. También ha abierto la puerta a vaciar de contenido el parlamento gobernando por decreto como si viviéramos en el Antiguo Régimen, el anterior a la revolución francesa. Ha resultado ideal para arrancarles uñas y colmillos a la oposición a la vez que se pactaba con golpistas y filoterroristas. Ha venido pintiparado, sin duda, para que, con una economía destruida y terminada de pulverizar por los impuestos y los bonus boys de la Agencia tributaria, se pueda reducir todavía más a la población a una ovejuna precariedad. Hasta ha servido para traer inmigrantes en manada del otro lado del Estrecho para cambiar el paisanaje electoral tal y como soñó en su día el ministro Caldera. Todo por no hablar de la situación al borde del abismo en que se encuentran no pocos medios de comunicación que se autocensuran para no perder la publicidad institucional. Para todas esas circunstancias que acercan a España a Venezuela y no precisamente porque la gente cante “Pavo real, pavo real” por las calles, el confinamiento ha sido utilísimo. Personalmente, no descarto que allá por septiembre-octubre, España vuelva a sufrir un nuevo confinamiento. Lo digo no porque crea que va a tener lugar un rebrote real del coronavirus sino porque así le interesa a los social-comunistas para seguir perpetrando experimentos sociales de carácter liberticida. El colmo sería que incluso ese confinamiento viniera acompañado de revueltas callejeras por eso del Black Lives Matter o de lo que interese a tan siniestro colectivo. Apúntenlo los lectores para no llevarse sorpresas.