Quizá por ello me deja atónito el optimismo que contemplo en algunos barrios. Entre los nacionalistas, la algazara nace de que ayer estaban en España y ahora, no. Así, como si se tratara de salir de un restaurante a ser posible dejando la cuenta para que la paguen los de las mesas de al lado. Lo que semejante paso significa en términos económicos e internacionales – no digamos ya sociales o morales – parece importarles una higa. Pero no menos optimista me parece la posición de aquellos que creen que todo se reconducirá con una moderada aplicación del artículo 155 que se acaba dentro de menos de dos meses. Que alguien piense encerrar el genio en la botella después de que ha salido enloquecido mediante el expediente de destituir al gobierno y al jefe de los mozos de escuadra me parece extraordinariamente voluntarista. El artículo 155 aplicado hace cinco años – cuando debió hacerse – incluso hace uno, es posible que hubiera podido tener efectividad. Ahora, señalando que no se van a tocar bastiones como los medios o la educación controlados por los nacionalistas e anunciando unas elecciones próximas difícilmente va a tener mucho efecto. La realidad es que hemos llegado a una tesitura cuyo único desenlace sería la aplicación del artículo 116 de la constitución y, más en concreto, del estado de sitio. Según el texto constitucional, ese estado debe decretarse cuando “se produzca o amenace producirse una insurrección o acto de fuerza contra la soberanía o independencia de España, su integridad territorial o el ordenamiento constitucional”, supuestos todos ellos que constituyen realidad innegable desde hace tiempo, pero que se consumaron el pasado viernes. Esta medida implica que el gobierno ceda temporalmente los poderes a la autoridad militar, aunque bajo la dirección del ministerio de Defensa, hasta el restablecimiento de la normalidad. Personalmente, al punto que ha llegado la situación, no veo otra salida realista y mucho me temo que así va a quedar de manifiesto tras las próximas elecciones. Porque, desde luego, nadie va a convencer a los sediciosos de que algo va en serio si TV3 sigue igual y Montoro continúa desvalijando los bolsillos de los españoles para pagar a los rebeldes que declararon la independencia de Cataluña.