En una nación normal, aquella confesión de Morales habría provocado una marejada política de consideración y quizá la caída del gobierno. Tengo para mi que a lo más que llegó todo fue a que los del Grupo Risa anduvieran con la camisa que no les llegaba al cuerpo durante una temporada. Al fin y a la postre, cuando un servidor se marchó de Es.Radio les faltó tiempo para hacer lo mismo. Por supuesto, de Evo Morales – que se pasó por España para ser agasajado por su amigo ZP – nadie se más preocupó. Durante su nefasta presidencia, Morales ha transformado Bolivia en una confederación indígena recogida en una delirante constitución multinacional que arranca relamidos de gusto a la gente de Podemos. Después ha venido una dictadura de la que nadie se ha ocupado opacada por la rancia tiranía cubana o el famélico régimen venezolano también defendido por ZP. Esa tiranía indigenista de Evo Morales no dudó hace dos elecciones en violar su propia – y ridícula – constitución reeligiéndose. A la hora de ciscarse en su propio texto constitucional, Morales no dudó en sumar a la infamia al máximo tribunal boliviano que reconoció que la reelección no era legal, pero que negársela al Jefe indio del sur – como lo denomina Maduro – era ir contra sus derechos humanos. Hace un par de semanas, se celebraron elecciones presidenciales en Bolivia. Que Morales fue menos votado que el candidato del centro-derecha es indiscutible; que, en una posible segunda vuelta, la suma de los votos de centro-derecha con los de los votos del candidato evangélico habrían expulsado del poder a Morales no tiene vuelta de hoja y que Morales decidió entonces volver a pisotear la legalidad resulta innegable. De la noche a la mañana, Morales falseó los resultados electorales, se proclamó presidente y aparentó realizar una concesión afirmando que, con él de presidente, se llevaría a cabo un nuevo recuento de los votos. Poco eco ha tenido esta vergüenza política en los medios españoles quizá porque muchos no sabrían siquiera ubicar esa nación hermana en un mapa mudo. Pero la causa de la libertad de Bolivia es la de cualquier persona decente.