Cuando yo era niño – y, en términos históricos, de eso no hace tanto tiempo – Dickens era todavía un autor de referencia. Recuerdo haber visto en la Novela de TVE a Paco Valladares encarnando a su David Copperfield y la memoria también me trae una versión de Oliver Twist que, en su modestia de medios, resultaba excelente.
De Monterrey tengo que salir unas horas antes de lo previsto.
Hace ya muchos años que llegué a la conclusión de que sólo el fuego que produce el amor a la verdad hace que el corazón siga ardiendo mientras se atraviesa el camino de la soledad.
En Monterrey, no voy a estar solo impartiendo conferencias para un auditorio de creyentes. A decir verdad, la mayor parte de mis exposiciones irán destinadas al gran público y serán, ciertamente, muy gratas.
La gente olvida a una velocidad de vértigo y debo confesar que, en ocasiones, esa amnesia me ocasiona un efecto abrumador. Hace unos meses señalé mi profundo pesar porque este año se cumple el centenario del nacimiento de José María Gironella y mucho me temía que, de la manera más injusta, las conmemoraciones no iban a ser numerosas.