El día menos pensado me van a dar el premio al despistado mayor de la Unión. Ayer por la noche, en un modelo de avión en el que no había subido jamás – sólo tres filas de asientos en horizontal y la sensación de volar en el interior de un lápiz gigante – llegué a Joplin, Mo, para dar mis conferencias.
En mis dos últimos artículos he indicado algunas de las pésimas consecuencias que la secesión de Cataluña tendría como el desplome del comercio catalán, la salida de la eurozona, un reparto de la deuda que derivaría en bancarrota y la catástrofe para las balanzas fiscal, comercial y de ahorro e inversión.
Lo dejó escrito Pablo de Tarso en ese texto maravilloso conocido como la carta a los Romanos. Tengo un amor especial por esa epístola porque leyéndola en griego hace más de treinta años me convertí y decidí entregar por completo mi vida a Jesús.
Señalaba en mi artículo anterior como la secesión de Cataluña tendría como efectos iniciales el desplome del comercio catalán, la salida de la eurozona y un reparto de la deuda que hundiría a la región en la bancarrota quizá en horas.
A la vuelta de unas semanas, los habitantes de Cataluña están convocados a unas elecciones autonómicas que el nacionalismo ha convertido en un plebiscito sobre la independencia.