Una obra que, en realidad, es un conjunto de cinco libros redactados en períodos distintos de tiempo, cuya extensión es más que media y, sobre todo, que contiene material de una antigüedad muy considerable debería resultarnos casi por definición considerablemente lejana.
Como sucede con todos los grandes fenómenos históricos, el reinado de Isabel y Fernando ha sido objeto de valoraciones y juicios no sólo diversos sino incluso encarnizadamente contrapuestos. Para algunos, constituyó un paradigma de las bondades regias; para otros, un período especialmente siniestro… y sin embargo…
No son pocos los historiadores que han considerado que la esclavitud fue el pecado original de los Estados Unidos. Los puritanos carecieron de esclavos y los cuáqueros se opusieron encarnizadamente a la institución excomulgando incluso a aquellos de sus miembros que tuvieran esclavos.
Hace aproximadamente dos años, desde el diario La Razón lanzaba yo un grito en petición de ayuda para el Teatro de cámara Chéjov de Madrid. Su director, Ángel Gutiérrez, me había contado cómo la crisis y la subida de impuestos estaban estrangulando su sala amenazando con el cierre.
Algunos lo señalan como la primera víctima de la victoria republicana en las últimas elecciones legislativas. En realidad, el hecho de que Chuck Hagel haya dejado de ser el secretario de defensa de Estados Unidos implica repercusiones mucho mayores.
Sé con casi absoluta seguridad que fue la primera canción góspel que escuché y que me dejó fascinado. No debería yo tener más de cinco o seis años, pero aquel sonido incomprensible para mi que concluía con un “Jericho, Jericho” me subyugó.
El último libro de la Torah, Deuteronomio, constituye una repetición de las leyes mosaicas al pueblo de Israel que, una generación después de su salida de Egipto, se encuentra a punto de entrar en la Tierra prometida.
La Historia oficial suele verse desmentida no pocas veces por la literatura de calidad. Ésta, quizá no la niega, pero la complementa con otra realidad diferente.