La semana pasada estuve en Argentina. De ello tengo que dar cumplida cuenta, pero tendrá que esperar algunos días, entre otras razones, porque me queda por contar mis últimos viajes a Perú y México que estuvieron cargados de peripecias más que interesantes.
La caída de la Unión soviética en la última década del siglo y la ausencia de grandes potencias impulsó en algunos geo-estrategas la idea de que el establecimiento de un sistema unipolar de poder era imparable. Las consecuencias fueron rotundas.
En 1862, en medio de la guerra de Secesión, un hombre llamado Wallace Willis, escribió en el territorio indio una canción titulada Steal Away. De manera bien significativa, Willis había sido esclavo y vivía ahora entre los choctaws.
Este mismo enfoque de profundizar en el cumplimiento de la Torah, lo encontramos también en relación con la práctica de la veracidad. Tras referirse al adulterio, indica Jesús:
Con el paso de los años hay cosas a los que no termino de acostumbrarme. Por ejemplo, a que copien descarada y miserablemente sin citar la fuente.
Mi primer contacto con la novela de Boleslav Prus lo tuve cuando vi la adaptación cinematográfica de Jerzy Kawalerowicz. Impresionado por aquella película, comencé la búsqueda del libro con verdadero interés.
Al concluir la segunda guerra mundial, los vencedores decidieron juzgar a los vencidos, en parte, por las exigencias de una Unión soviética que había perdido más de veintiséis millones de vidas y, en parte, como un intento de establecer unos principios universales del derecho internacional. El resultado fueron los juicios de Nüremberg siendo el más conocido el de los grandes criminales de guerra.
No olvidaré la escena. Había quedado citado en un restaurante cercano a Colón con un amigo ruso. Como suele suceder, llegué antes. Entretenía la espera leyendo cuando vislumbré su figura en la entrada. Me levanté para saludarlo y entonces, para pasmo de otros comensales, mi amigo me dio tres besos en las mejillas a la vez que me decía en ruso: “Ha resucitado”.