Lo soñaron durante más de medio siglo y, tras docenas de anuncios fallidos, llegó, finalmente, el día. Fidel Castro había muerto y su propio hermano Raúl lo había anunciado por televisión. Lo que se produjo a continuación, tras unos instantes de pasmada incredulidad, fue un inmenso, electrizante y omnipresente estallido de júbilo popular como, con total seguridad, no ha conocido jamás la ciudad de Miami.
La figura de Idi Amin no resulta muy significativa para mucha de la gente actual especialmente si tiene menos de cincuenta años. Sin embargo, para algunos de nosotros constituyó una presencia constante de infancia y adolescencia.
Ayer fue el día de acción de gracias y, por primera vez en años, no pude contar con la compañía de mi hija. A decir verdad, ni con la de mi hija ni con la de nadie. La verdad es que no me preocupaba porque era yo el que tenía que dar las gracias y lo cierto es que le estoy muy agradecido a Dios por la manera en que me ha protegido a lo largo de este año de no pocas asechanzas.
odas las semanas participo en el programa El espejo que tan magniíficamente dirige Cao dedicado. Por regla general, analizamos la actualidad, pero la semana pasada Cao tuvo la gentileza de detenerse en mi último libro El legado de la Reforma.
Cité en mi editorial del lunes un trabajo periodístico en el que se describía de manera irrefutable el papel de la iglesia católica en el respaldo a la organización terrorista ETA.
Martin Luther King ha sido uno de mis referentes desde la adolescencia. Precisamente, este fin de semana, me vino a la cabeza aquella frase suya que afirma que “Nada en todo el mundo es más peligroso que la sincera ignorancia y la estupidez consciente”. La he recordado precisamente al enterarme de que el gobierno de Aragón ha otorgado el premio Desideri Lomarte a Artur Quintana.
Se habla mucho en nuestros días de globalización. Es lógico que así sea. Sin embargo, es menos conocido que ha habido otras globalizaciones previas. Una de ellas fue la planteada por un personaje genial llamado Cayo Julio César.