Si hubiera que buscar un personaje que compendiara lo mejor de España en la época en que ésta se arruinaba a si misma convertida en espada de la Contrarreforma, sería, sin lugar a dudas, Miguel de Cervantes.
Tras la victoria de Syriza – que algunos veníamos anunciando desde hacía meses –en los comicios griegos, se vuelve a escuchar con fuerza la cantinela de que los males de la economía se deben a la austeridad. Lo dicen Tsipras, Pablo Iglesias y no pocos de los políticos y medios europeos. La realidad es exactamente la contraria y, parodiando a Bill Clinton, habría que señalar que la causa de este desbarajuste no es la austeridad, estúpido.
Hace un par de semanas, tuve el honor, el privilegio y la satisfacción de ser invitado para pronunciar el discurso de introducción en el Foro de Promoción democrática continental celebrado en la Florida International University, en Miami.
Ayer, lunes, fue un día verdaderamente especial. Como relaté en uno de mis posts, el viernes Antonio Resco se despidió del programa La Vozpara aceptar una interesante oferta laboral. Me alegré mucho por él, pero no es menos cierto que me quedé sin un excelente subdirector. Con todo, como dejé de manifiesto en alguno de los comentarios que colgué en las últimas horas estaba convencido de que Dios proveería y, efectivamente, así fue. A las 13 horas del lunes, Luis Ortiz se incorporaba al equipo de La Voz y a las 20 horas y unos minutos dejó de manifiesto que lo estaba haciendo a la perfección a la hora de cubrir el vacío dejado por Antonio. Dios es fiel.
De todos es sabido que, el año pasado, tras rechazar casi una decena de ofertas, tomé la decisión de regresar a la radio. Lo hice porque me pareció sugestivo el generoso ofrecimiento que había realizado Radio Solidaridad de poner a mi disposición medio centenar de emisoras en España más una docena aproximadamente en naciones de Hispanoamérica.
Me llegan noticias de que hay un grupo de personas que lleva meses realizando una selección de las palabras que he publicado en mis muros de Facebook con la intención de que procedan a su cierre.
A pesar de que sobre la cabeza de Lutero pesaban las condenas de la iglesia católica y del emperador, la opinión pública había obligado a ambas instancias a aceptar un debate con el agustino.