No pocas veces, el profeta sufre eso que algunos han denominado el síndrome de Casandra. Ve lo que va a suceder, lo anuncia, pero mucha gente – quizá todos o casi todos – no escuchan su anuncio.
El conversatorio sobre la Reforma al que me referí la semana pasada resultó sólo el inicio de un día en el que menudearon las intervenciones en radio y televisión para poder comunicar a la sociedad colombiana lo que significó tan trascendental momento histórico del que este año se cumplen cinco siglos.
No debía yo de tener más de una docena de años. De manera inesperada, en un cumpleaños, me encontré con la extraordinaria suma de doscientas pesetas, es decir, menos de euro y medio.
Hasta mi exilio ha llegado en estos días un libro más que notable. Su título es Memoria histórica de un pionero de TVE (1962-2002) y su autor Francisco Sanz Navarro es uno de los escenógrafos más sobresalientes que ha dado España.
Es conocida la clase de Robert Reich, posiblemente el mejor secretario de trabajo de la Historia norteamericana y profesor de la universidad de Berkeley, donde mostraba la manera en que se dividían los beneficios de un teléfono móvil estadounidense de conocidísima marca.
¿Hacia dónde debía dirigirse ahora el apóstol? Una de las posibilidades era torcer al norte y encaminarse hacia Bitinia, la provincia situada en el noroeste de Asia Menor, donde se encontraban las ciudades de Nicea y Nicomedia.
Hoy quiero dejarles una canción que se encuentra entre mis preferidas. Su contenido espiritual es indudable y, a la vez, señala una manera de ver la existencia con la que me siento plenamente identificado.